jueves, 29 de diciembre de 2011

Familia casi perfecta


 Ana flota en una pequeña embarcación pesquera sobre el mar. No sabe exactamente donde esta, ni tampoco le importa, tan solo sabe que es libre y esto la hace sumamente feliz. Mirando el lento atardecer anaranjado sobre el horizonte. Los pelícanos vuelan en simétrico vuelo uno tras otro, cruzando el cielo de Sur a Norte.


Su casa blanca esta en el pueblo, sobre una centenaria y angosta calle cuesta arriba, un pequeño cuarto con tan solo lo necesario.

Lo indispensable, una ventana con sol, un caballete, pinturas, pinceles y papeles para colorear el mundo simple, la vida que le pertenece, el viento que le golpea la cara , el mar que le llena los ojos y las barcazas que adora, a lo lejos. Pintar sus anhelos, sus deseos y la vida que vivió y comienza a sentir ahora , a su manera, y como le da la gana.

Ana no regresa, ya lo resolvió. No mas jaula de oro. No mas esclavitud en forma de familia perfecta.

La respetable familia siempre fue la admiración de todos. Años de aparente feliz y unido matrimonio, una opulenta casa en la parte mas importante de la ciudad, hijos adorables y estudiosos, carrera profesional del esposo, solvencia económica, varios  autos en el garaje, vacaciones en Paris, Praga, Nueva York o donde quisiera el marido, casa de campo en las afueras, entre otras cosas, eran las situaciones habituales de la familia.
Ana siempre hermosa, sonriente, madre abnegada y esposa fiel.

Apenas termino bellas artes, muy joven por cierto, ya que siempre fue alumna destacada, se caso; entonces para que quería trabajar si su esposo, recién recibido de ingeniero agrónomo, podría proveer a la familia todo lo necesario para que Ana no trabajase. Así lo consideraron los padres de ella, sus suegros y su propio marido.

Todos opinaron menos Ana, que no tuvo ni voz ni voto en esta decisión. Ana paciente. Ana postergada. Ana la decoración perfecta de la familia.

Al poco tiempo comenzaron a llegar “ los herederos”, como los llamaba el abuelo, para completar la felicidad del cuadro familiar. Todos dignos de la estirpe y abolengo del apellido que pesaba a sus espaldas, así como en la cruza de caballos de pura raza.

Joven ama de casa, esposa ejemplar y dedicada. Ana atendía la casa de la ciudad así como la del campo como se espera de toda una Señora. -Anita tan buena anfitriona-

Pasaron los días, los meses , los años , Navidades, cumpleaños, aniversarios y funerales.

Los hijos crecieron e hicieron lo que quisieron, marchándose y olvidando a la abnegada madre.

Infidelidades del magnifico esposo salieron a la luz, Ana ya no era tan hermosa. Ana ya no era tan joven.

Su padre, de tanto abolengo lo internaron con cirrosis por tanto tomar whisky británico y rum caribeño.

Un buen día Ana amaneció despertando de un largo letargo, miro sus manos vacías de propios logros, mas llenas de brillantes y arrugas.

Miro en su interior y se dio cuenta que la sangre no le corría por las venas, que su vida siempre había sido un escaparate y que ya era tiempo de ser ella misma. Siempre había estado al servicio de lo que los otros esperaban de ella , sin pensar en lo que ella quería sentía, deseaba, amaba, prefería o pensaba.

Entonces se pregunto, ¿que hago aquí? Es hora de vivir.

Una mañana sin decirle a nadie donde iba, se marcho muy lejos, borro su apellido y se quedo con su nombre.

Llego al pequeño pueblo que siempre quiso visitar, Y que nunca había pisado.

Hizo lo que siempre quiso hacer y que nunca le permitieron, por pensar que era inútil. Pintar y dibujar .

Por las tardes Ana acompaña a los pescadores a pescar, de regreso los ayuda a lavar las redes y elige el pescado para su cena.

Ana es mas hermosa. Ana es feliz.

viernes, 16 de diciembre de 2011

CUENTO DE NAVIDAD

RÉQUIEM PARA UN ÁRBOL NAVIDEÑO


Dedicado a todos los que compartieron este tiempo.


Había una vez una familia que vivía en el segundo piso de un departamento
ubicado en el centro de la ciudad.
La familia la formaba papá, mamá y una niñita menudita y rubiecita.
Un año cerca de la navidad, el papa llegó a la casa con un bonito y frondoso
árbol de navidad, no como los plásticos (made in China) que conocemos hoy en día,
éste era un árbol como los de aquellos tiempos. Hecho de plumas de gallina y
teñido de color verde musgo. El tronco del árbol estaba incrustado en una base
de madera redonda y sólida , con la textura de la madera real.
La decoración la hacían hermosas lamparitas de colores de vidrio esmerilado, no
habían dos iguales. Una era un pájaro, otra un angelito, estrellas, farolitos chinos, haciendo en
conjunto, un sin fin de encantadoras luces que la familia disfrutaba.
Así también esferas de frágil vidrio de colores y guirnaldas de papel plateado.
No se a que miembro de la familia se le ocurrió la brillante idea de agregar a la
adorable decoración unas velitas de color caramelo-naranja ajustadas en un
ganchito metálico que se adherían a los extremos de las ramas.
Más audaz fue la idea de poner candela a las velitas con un cerillo se madera.
Oh , ¡que encantadora la luz ardiendo en las velitas! El fuego se avivaba cada
vez más y comenzó a arder fuera de las velas, encendiendo también al árbol.
¡Que susto! Toda la casa se lleno de humo en un minuto , y con el peligro de
un incendio inminente, el papá en un acto rápido de valentía, tomo al arbolito
de las ramas que aun estaban sin fuego y aprovechando que la ventana que daba
a la calle estaba abierta arrojó al arbolito; rogando que no pasara ninguna
persona en ese momento por la calle.
Toda la familia bajo corriendo las escaleras para ver que había pasado con el
arbolito.
Algo chamuscado, más mustio, sin velas, con nuevas bombitas, y lamparitas de
colores, el arbolito siguió subsistiendo año tras año nuevas navidades.
La familia se mudó a una casa mucho más grande , teniendo ahora una nueva niña en la familia .
La hermana mas pequeña era ahora la encargada de armar cada año el mismo arbolito y no nos olvidemos del encantador pesebre.... aquel armado con cajas a diferentes niveles para imitar las montañas, en un rincón del hall de entrada para que todos lo vieran, con papel madera, pintado con pintura de Siena, con lagos hechos de espejos, portal de cañas, musgo, y harina espolvoreada para representar la nieve (aunque para esa familia sudamericana la navidad siempre era en verano)
Las figuras eran de yeso pintado representando a María, José, el niño, los ángeles, los reyes magos , los pastores. El cielo era de papel azul y la estrella de Belén estaba hecha de aluminio plateado sobre el portal. Cada año varias horas pasaba la pequeña trabajando con gusto en aquel proyecto.

Pasó el tiempo, y en vísperas de otra navidad, la hija menor que era para entonces una adolescente participó en una obra de teatro parroquial, siendo la encargada de la escenografía de la obra.

Fue allí que no tuvo mejor idea que utilizar al arbolito como parte de la decoración de la obra ignorando la historia que éste guardaba tomándolo sin preguntar ni pedir permiso. (algo típico de los adolescentes)
El pápa de la casa dándose cuenta del desacato que su hija estaba por cometer,
advirtió a la niña que cuidara mucho de aquel histórico y heroico arbolito que
había soportado tantas contrariedades, sobreviviendo a los infortunios del
incendio y el casi suicidio desde un segundo piso. Ordenándole que lo
regresara en las mismas condiciones en que se lo estaba llevando.
Llegó el día de la obra teatral, todos se divirtieron mucho, la gente aplaudió y al
terminar se deshizo todo lo hecho.
Cada uno se llevó a su casa lo que había aportado, disfraces, muebles, pinturas.
Con el entusiasmo del día y el sentimiento de “misión cumplida“ , la niña llegó de vuelta a la casa con todo lo que había colaborado, bolsas y bolsas de diferentes objetos.
Pero... oh...creo falta algo... ¡Me olvide el arbolito! ¡Papá, que me va a decir papá! -pensó la niña-
... De vuelta al teatro de la parroquia a buscar el arbolito.
Aquel año la navidad llego con frío y lluvia, algo extraño para esa época del año.
En la escuela fuera de la parroquia,  ya todos se habían ido, los pasillos estaban en silencio y oscuros.
Seguramente el arbolito estará en un salón bajo llave - pensó - , recorriendo los pasillos vacíos.
Ya saliendo, de la punta de uno de los tachos de basura que estaban a un
costado de la entrada, una visión aterradora la hizo cambiar de opinión...el
arbolito, más mustio, más gastado, más pelado y viejo le decía.... no me dejes,
rescátame...
Pegajoso de Coca cola derramada, lleno de papeles y basura pegada, la niña fue sacando al desvencijado arbolito de la basura.

Camino de vuelta a casa, con el corazón sobrecogido y con miedo a lo que su papá le diría.
La lluvia persistente comenzó a bañar las veredas y los adoquines de la calle
vacía. ¡Era Diciembre y se sentía el frío de Julio!
Llegando a la casa lo importante seria esconder el cuerpo del delito… pero eso fue
imposible.
El papá sabiendo que la obra de teatro había concluido lo primero que le pidió
a su hija fue ver el arbolito prestado.
Al comprobar todos los años que aquel árbol había envejecido en unas pocas horas, el
padre montó en cólera, repitiendo otra vez la acción que hizo años atrás.
El que estaba en llamas de furia esta vez no era el pino artificial sino el enojado padre.
Esta vez abrió el balcón y revoleó al arbolito desde el primer piso, vociferando
en contra de la compañía teatral de la parroquia y de su hija. El lastimoso árbol inevitablemente fue a parar al medio de la calle, entre los adoquines empapados por la lluvia.
Ya terminada la escena de enojo el padre se fue a la cocina. La niña, con lagrimas en los ojos contemplaba a través de los vidrios del balcón cerrado, el triste final del
árbol familiar.
La tía que había vivido los resientes acontecimientos y le dio pena el sentir de su sobrina, se ofreció ir a buscarlo a la calle, más la niña le respondió - "Ya déjalo, es inútil, el árbol se ha muerto"-
Hubieron otras navidades, donde no llovió e hizo mucho calor.
Otro árbol plástico “ made in China” ocupó el lugar del anterior, más la niña nunca olvidó aquel árbol viejito, ralo, hecho de plumas de gallina, teñido de verde musgo y base de madera autentica, que compartió con ella todas las navidades de su niñez.





sábado, 3 de diciembre de 2011

LA PIEDRA MOVEDIZA

LA PIEDRA MOVEDIZA




Entre las muchas historias que recuerdo, de mi querida abuela Paulina , oriunda de Tandil, Provincia de Buenos Aires; esta la de la piedra movediza o “la piedra que late” como la llamaban, que cayó en 1912 desde lo alto de la sierra dejando un misterio desvanecido en la sombra.

Muchas y muy diferentes teorias tejió la gente de la zona como razón de por que la piedra cayó; unos decían por vandalismo y otros por el retumbe de explosiones en canteras cercanas.

Para probar que la piedra oscilaba, la gente colocaba botellas bajo la piedra que se encontraba haciendo equilibrio, apoyada sobre una roca plana que daba a una pendiente; regresando al otro día y encontrando tan solo pedazos de vidrios rotos.

Desde siempre esta piedra se convirtió en leyenda antes de haber caído.

Hasta los nativos que vivían en la región antes de que el hombre blanco llegara, crearon historias en relación a la piedra que tenían que ver con el sol y la luna.

La historia que narraba la abuela es que desde finales del siglo XIX , existía en Tandil un asilo de niñas y ancianos atendido por las monjas de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia.

En el asilo desde hacia años vivía un viejo apodado “Pandereta” quien además de vivir, trabajaba en el asilo, haciendo de cochero, jardinero o cualquier otra tarea de mantenimiento o reparación que fuera necesaria.

El tal Pandereta juraba y perjuraba a todos que el moriría el día que la piedra cayera sierra abajo. Nadie le daba mayor importancia al asunto.

Una mañana tuvieron que ir a buscarlo a su cuarto por que el no aparecía a desayunar, encontrando al viejo muerto en su cama.

Aquel día lo velaron en la iglesia, le hicieron misa y lo llevaron al cementerio como corresponde a todo buen cristiano.

Todos lamentaron la muerte de Pandera, sin duda era un buen hombre, aunque algo presuntuoso de su parte el pensar que la piedra caería el día de su muerte.

Llego la noche y se desato tremenda tormenta, viento y relámpagos que no dejaban de iluminar el cielo.

A las puertas del asilo llegada la madrugada, entre el estruendo de los truenos que retumbaban en la sierra y el pueblo, alguien golpeaba el portón con desesperación.

La monjita portera, que a esas horas dormía, se despertó por los golpes, corriendo a atender a quien estaba tocando. Por poco cae de espaldas por el susto de encontrar a las puertas del asilo al viejo Pandereta empapado, embarrado y con el mismo traje con que lo habían enterrado horas antes.

El viejo sufría de catalepsia, enfermedad que reduce a cero los signos vitales, pero en definitiva aunque parezca en apariencia estar muerto, la persona esta viva, despertando después de varias horas del letargo.

Esto es lo que le paso a Pandereta, que una vez recuperado del susto de haber salido de la tumba, continuo viviendo varios años mas en el asilo.

Llego la tarde del 12 de Febrero de 1912. Un estruendo que pareció rasgar la tierra interrumpió la tranquilidad del día.

“ El eco inesperado de aquel pregón siniestro” como dijera el escritor Ricardo Rojas en su momento, saco a las personas de sus casas, cruzando las calles del pueblo, pastizales y quintas, presagiando camino arriba la razón del escándalo.

Silencio, calor, polvo y pesadumbre arrastraban a la gente en procesión a lo alto de la sierra encontrando el espacio vacío en donde antes estaba la piedra; yaciendo la misma rota en tres pedazos muchos metros abajo.

Todos fueron a ser testigos de la caída del gigante; no faltando hombres, mujeres y niños que azorados concurrieron al lugar.

Entre el tumulto nadie advirtió que había un ausente.

Aquella noche cuando regresaron al asilo, encontraron a Pandereta junto a una banca del patio que daba al huerto, tendido en el piso boca arriba . Esta vez un fulminante paro cardiaco lo mato definitivamente.

Pandereta cumplió su juramento.

TRES MICRORELATOS

UN PEQUEÑO LUGAR


Hay un lugar que amo entrañablemente.

Simple y pequeño me hace sentir bien.

Es el jardín de mi casa un refugio abierto, anhelo de mi paz.

La casa del árbol, quedo en el pasado de mi hijo adolescente; allí dormida entre el follaje verde que fue cubriéndola y dejándola diminuta y olvidada .

Una ligustrina me separa de la calle, donde adivino al vecino paseando a su perro.

Las plantas desprolijas y eclécticas me saludan desde las masetas de barro.

Hojas secas entrometidas e impertinentes caen sin pedir permiso sobre el suelo, la mesa y sillas de hierro.

El bochinchero pájaro azul me llama con su grito estrepitoso para que no me olvide de proporcionarle su ración diaria de maní.

La brisa mueve las hojas que escupen gotas de agua, mientras mi piel se eriza.

En mi jardín quisiera quedarme congelada y eterna sin tiempos ni retornos.
 
LABORATORIO DE ANALISIS




La mañana amenaza ser gris. Lo adivino saliendo de la cama.

Hoy no desayunare, tengo que hacerme el análisis de sangre.

Llego al laboratorio donde la gente sentada una al lado de la otra, no dice palabra alguna. Todos esperan, con cierta angustia el ser llamados por la señorita del delantal blanco.

Siento mariposas que se cuelan en mis tripas. Vértigo y temor hacen que las manos me suden.

Me llaman, el corazón me palpita muy fuerte. Levanto la manga de mi camisa, no quiero mirar.

Siento la goma que me presiona el brazo, la aguja que se clava en mis vena azul, la sangre que llena la jeringa.

Hay manchas negras en la pared. Quisiera llorar pero soy grande y me da vergüenza.

Nada es para siempre. En segundos el viento frío de la calle golpea mi cara.

Un café con tostadas consuela el momento pasado.



AUTISTA


Papa, mama, adivinen como los amo.

No lo puedo decir. No se como se dice.

Mi mundo es pequeño y me aprisiona.

Lloro de frustración cuando no entienden lo que quiero. Me enojo cuando me hablan y es su lengua un idioma lejano que no tiene traducción.

Son mis movimientos repetitivos, reflejo de lo que gira y gira adentro mío.

Todos mis sentidos, exaltados y ultrasensibles, lo único que me conecta al mundo exterior.

En mi tiempo no hay pasado ni futuro solo presente.

Valoren mi sinceridad, por que en mi no hay mentiras, ni caretas hipócritas. Lo que siento se los demuestro con patadas o abrazos. ¡Ojala pudieran entenderme!

Soy diferente y no lo se.

Los niños se ríen de mi o me ignoran; mejor así, sus gritos me aturden y prefiero estar lejos.

Familia, soy su reto y constante lección.

Ámenme siempre. ¡Los necesito tanto!