domingo, 29 de marzo de 2015

SORPRESA INESPERADA

Era la mañana  de un soleado sábado de abril. Todo estaba casi listo para la boda de Marina y Santiago a celebrarse aquella misma  noche.
Federico, el papá de Marina, daba todo por complacer a su única hija.
Desde niña, aquella muchachita fue la luz de sus ojos.  ¿Qué muñeca, o  juguete  que ella quería, no se la regalaba? aunque aun  faltaran varios meses para su cumpleaños.
Clases de ballet, patinaje sobre hielo, esgrima y equitación fueron habituales a lo largo de su infancia, así como una esmerada educación en un prestigioso colegio privado, aunque fuera un esfuerzo mantener las mensualidades en el club, o comprar los equipos que la chica necesitaba, siendo que Federico era un simple empleado bancario.
Cualquier esfuerzo  valía la pena con tal  de mantener a Marina contenta y entusiasmada.
Ir al circo o a la calesita, ver la ultima película de Disney, visitar el parque de diversiones o ir a comer al centro, entre otras cosas, eran actividades  que Federico disfrutaba con su hija al menos un  fin de semana al mes.
También gustaban de rentar videos y comer palomitas hasta tarde en la noche, una vez ya dormida, la alzaba y la llevaba  en brazos a la cama, luego la arropaba , y le daba un beso quitándole un mechón del flequillo de la cara.  Esa era la felicidad completa para aquel hombre sencillo.
Un beso pegajoso de caramelos y una sonrisa cómplice de aquella niña era la única  remuneración  que Federico pretendía a cambio de tantos gustos y caprichos.
Disfrutaba tanto mirarla  jugar en el patio con sus amiguitas a las hadas y princesas, tomando el té entre vestidos de tul rosa, sombreros de fantasía y los zapatos de tacones prestados del ropero de la mamá.
La adolescencia,  continuo luego de la niñez así como el verano continua luego de la primavera.
Como a todas las chicas de su edad era la  ropa, zapatos, CD y maquillaje  lo que a Marina más le gustaba y allí estaba el padre para complacer todos sus caprichos,  acompañándola a ella y sus amigas al centro comercial donde  las esperaba por horas mientras el tomaba café y leía el diario .
- La malcrías mucho-  decía la mamá.
-Ya sé, ya sé.- contestaba Federico, pensando en que  nueva sorpresa le daría a su hija.
 Marina, muy buena chica, como por costumbre y sin mucho esfuerzo lo terminaba comprando con un beso, y a pesar de ser tan mimada nunca fue majadera ni  presumida.
 En la escuela no salió abanderada pero sus calificaciones siempre fueron buenas, en parte gracias a Federico que la hacia repasar pacientemente las lecciones hasta tarde o la ayudaba con  matemáticas, que para eso el si era muy bueno.
Llegó el tiempo de la universidad y Marina no muy segura de lo que quería estudiar comenzó algo básico hasta que un par de años después se decidió por  administración de empresas.
Si bien  tuvo un noviecito acá y otro allá, nada fue realmente serio, hasta que un día conoció a Santiago, en la clase de estadísticas comerciales. El era algunos años mayor que ella, lo cual lo hacia maduro y centrado.
Desde el principio hubo una química muy fuerte entre ambos y al cabo de un año de noviazgo se fueron a vivir juntos.
Federico, al principio no estaba muy de acuerdo con la decisión de Marina y éste muchacho,  pero como siempre,  ella lo convenció con su sonrisa compradora junto a palabras persuasivas  y el padre terminó cediendo y aceptando  a Santiago como yerno oficial.
Pasados unos  meses invirtió el dinero ahorrado por  años en un departamento para  la nueva pareja , sorprendiéndolos con las llaves una noche de cena familiar. 
Ella como cada vez que su papá le cumplía un antojo,  lo abrazó y lo llenó de besos. 
La idea de casarse la tomaron cuando  Marina quedó embarazada.
Inmensa fue la alegría que colmó a los abuelos ésta deliciosa noticia. En sus corazones no había lugar para más dicha posible.
El casamiento seria en un mes y había mucho para hacer y poco tiempo por delante.
Por más sencilla que fuera la ceremonia y la fiesta, Federico quería agasajar a su hija con lo mejor en este día tan especial.
La invitaciones estuvieron listas en una semana.
Una de las primeras invitadas fue la mamá de Santiago quien vivía en el extranjero, desde hacia varios años con una nueva pareja  y llegaría justo a tiempo para la boda, apenas horas antes de la ceremonia.
Santiago y Marina fueron la mañana del sábado a recogerla al aeropuerto, llevándola directamente a lo de los padres de la novia   Un almuerzo de bienvenida para así conocerse.
Santiago hacia  mucho tiempo  que no veía a su madre. El reencuentro en el aeropuerto fue muy emotivo.
Cuando Federico vio a su consuegra en el hall de su casa el corazón le dio un vuelco.
Más aún con la reacción de la señora, madre de Santiago, quien miró atónita a Federico y luego volteo a  ver  la mano de su hijo acariciando tiernamente el vientre redondito de su mujer. Todo se volvió negro en un segundo, desmayándose  ante el estupor de  los que allí estaban.
Menos Federico que comprendió...la cruel realidad.
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Ya casi llegaba diciembre y faltaban días para terminar la secundaria, el verano prometía ser increíble. 
Respiraba libertad, ante el inminente viaje al sur de mochilero con sus amigos.
Ensimismado en esos pensamientos estaba cuando sonó el teléfono. Era  Cata  quien le  pidió que se vieran en la heladería de la esquina de su casa.
El tomó las llaves y camino tres cuadras para esperarla sentado en el banco de la calle.
La noticia de que su novia estaba preñada lo dejó sin habla. Sus 18 años eran muy pocos para tanta responsabilidad.
Cata  leyó el desasosiego en los ojos de él, y por los de ella corrieron lagrimas de desamor. Ella lo amaba y allí mismo comprendió que el no.
Pasó una semana y  Federico tomó el tren al sur con sus amigos sin despedirse. 
Regreso los primeros días de Febrero, aquella  misma tarde fue a golpear la puerta de Cata, sin saber  bien que le diría, pero unos pintores le abrieron y dijeron que la familia que allí vivía se acaba de  mudar una semana atrás, sin saber a donde.
Federico preguntó por ella en la heladería, a la vecina, a las compañeras de quinto año, pero nadie supo   decirle donde estaba.
Hasta esa mañana que volvió a verla en el  hall de su casa.