miércoles, 5 de octubre de 2011

ecos en la casa

Adoro viajar, por eso cuando Aurora, mi amiga de la infancia, me invito a su casa en Cuernavaca, me sentí feliz. Una, por que hacia años que no veía y otra por que nunca había estado en Cuernavaca y me agradaba la idea de conocer un lugar nuevo. Conocí a Aurora por que vivíamos en la misma cuadra y desde niñas siempre jugamos juntas y fuimos a la misma escuela. En la adolescencia dejamos de vernos, sus padres se mudaron a otra ciudad y no nos vimos por años. Un día la encontré por casualidad en el centro y desde entonces continuamos la amistad interrumpida. Se había casado y divorciado recientemente. Tenía una preciosa hijita de 6 años. Otra vez nos frecuentábamos, reanudando nuestra amistad. Aurora trabajaba en un estudio jurídico cuando conoció a Eduardo que se encontraba en el país para cerrar un negocio, se enamoraron y en corto tiempo se casaron, como el vivía y tenía sus negocios en México, Aurora se mudo allí con su hija y los hijos del matrimonio anterior de Eduardo. Al tiempo tuvieron otro bebe y Aurora siguió trabajando en la contabilidad de los negocios de su marido. Todos estos años que pasaron nos llamamos por teléfono, nos escribimos e-mails, nos mandamos postales desde los lugares de vacaciones, pero no nos volvimos a ver. Hablamos de visitarnos varias veces, pero finalmente concrete el viaje el pasado invierno. Tome un vuelo hasta la ciudad de México y un autobús a la terminal de Cuernavaca. Ella y toda la familia me fue a buscar. Como era sábado y no tenían ningún compromiso de escuela o trabajo, todos estaban muy entusiasmados en querer llevarme a conocer la ciudad. Todos los chicos hablaban al mismo tiempo contándome un montón de cosas. Me sentí muy cómoda con ellos, es que Aurora siempre les ha hablado mucho de mi, y aunque no hay relación de sangre, me quieren como a una tía. Charla que te charla, me llevaron directamente al centro histórico y como todos teníamos mucho hambre, fuimos a almorzar a un pintoresco restaurante típico llamado “ La india bonita” en el edificio histórico “Casa mañana” muy cerca del Jardín Borda, el cual recorrimos después del almuerzo, luego llegamos a la catedral, terminando el recorrido de varias cuadras en el Palacio de Cortes. Donde visitamos el museo. Esta visita nos llevo todo el resto de la tarde. Quede encantada con todo lo que vimos, aunque bastante cansada, ya que el viaje desde Sur America hasta ciudad de México había sido muy largo e incomodo y esa tarde no paramos ni un minuto de platicar y andar. Todos llegamos a la casa prácticamente extenuados. Aurora y Eduardo tenían una hermosa casa de estilo contemporáneo en la colonia Lomas de Cuernavaca. Los dormitorios de ellos y los niños en la planta alta. abajo el garaje, habiendo a un costado una amplia entrada que daba a la sala con la cocina comedor a continuación , lavadero, baño, escritorio y al fondo un pequeño cuarto de huéspedes que yo ocuparía durante mi estadía. La sala tenia un ventanal inmenso donde se podía ver la alberca iluminada con un bonito parque de césped y árboles. Al término de la cena, lavamos y ordenamos todo, riendo y recordando viejas anécdotas de la infancia y del barrio. Luego Aurora me dio en mano un par de toallas para el baño. Como la conozco, me di cuenta por su mirada que algo me iba a decir, mas termino con un – que tengas buenas noches- siendo la ultima en subir a su cuarto. La casa quedo en silencio. Entre al cuartito de huéspedes, mis bolsos estaban allí desde temprano, el hijo de Eduardo los había entrado. Era un lugar agradable. Lo primero que vi. fue una gran ventana con una pesada cortina de lino natural, lo cual me dio a pensar que la luz no me despertaría temprano a la mañana. Me entretuve mirando todas las fotos que estaban en la pared, los niños en las vacaciones de Acapulco, la beba recién nacida, Eduardo en equipo de pesca mostrando un pescado que acababa de sacar del agua, Aurora junto a sus padres, y otros niños y personas que no conocía, tal vez familiares y amigos de ellos. Había también varios trofeos de football, y volleyball puestos sobre una repisita con los nombres de los hijos de Eduardo. Después de un rato, me dio un sueño tremendo, primero me di una ducha rápida después me metí en la cama y apague la luz. El silencio era absoluto, ya me estaba durmiendo, cuando comencé a sentir sonidos, primero vagos y lejanos, pero después mas nítidos y claros, sillas y mesas que se arrastraban, platos y cubiertos que alguien colocaba sobre las mesas, el chocar de botellas. Mas tarde pasos, y gente que parecían entrar al lugar. Un murmullo que se fue incrementando, se oia que más y más gente llegaba. En un momento comenzó a tocar la música, mariachis con violines, trompetas y guitarras. Alguien cantaba entonadamente. Yo me hice a la idea que era una fiesta o tal vez un restaurante o night club que abría las puertas a horas tardías. No recordaba el haber visto ningún restaurante al lado de la casa de mi amiga cuando llegamos, pero podía ser que no lo hubiera visto o que la entrada estuviera por la otra calle. No quise levantarme a correr la cortina y espiar que veía por la ventana, dado que estaba muy cómoda en la cama, y también por que tenía un poco de frío. A la gente se la oía animada y contenta, el sonido de puertas que se abrían y cerraban, parecían traer platos y bebidas de alguna cocina cercana. Ya me había dormido acostumbrada al ruido, cuando me despertó una discusión. Eran dos hombres notablemente alterados por el alcohol que discutían a gritos y se insultaban groseramente. El tema giraba sobre dinero y caballos, por lo que se decían, uno le había vendido caballos al otro pero no se los había entregado y el negocio no era lo que habían convenido por anticipado. Varias veces uno de los hombres amenazaba al otro con que le iba a contar todo a un tal “ Don Emiliano”. sintiéndose como que el tal “Don Emiliano” era una persona importante. -Será el dueño de alguna hacienda-, pensé, dado que hablaban de caballos, negocios y tierras. De los gritos y los insultos pasaron a las manos, la gente gritaba y parecía salir corriendo del lugar, mesas y sillas se corrían y golpeaban, botellas que se partían con los consecuentes vidrios rotos. Alguien parecía separarlos, hasta que finalmente y de a poco, todos se fueron yendo. La calma regreso al fin y me pude dormir. Desperté a las 10 de la mañana. Como había pensado la noche anterior, la pesada cortina de lino dejaba la habitación en penumbras. Casi no entraba la luz. Lo primero que hice al levantarme fue ir a la ventana para correr la cortina, con la curiosidad de ver el desparramo de lo que había quedado en el patio del restaurante que me imaginaba estaba del otro lado. Pensé encontrar mesas tiradas, botellas rotas, los restos de un gran jolgorio y de una reñida pelea final. Grande fue mi sorpresa cuando del otro lado de la ventana, no había nada de lo que yo pensaba. Tan solo un gran terreno baldío, lleno de matorrales y plantas salvajes, Que relucían bajo aquel soleado día. La única estructura cercana era la pared de una casa similar a la de mi amiga ubicada a una gran distancia, separada con una cerca y árboles altísimos. No había rastros de restaurante alguno. Menos de mesas, sillas, puertas, botellas, instrumentos musicales, gente, nada de nada. Realmente quede impresionada y no encontraba una respuesta lógica a todo lo que había escuchado la noche anterior. Yo sabia que no lo había soñado. Estaba absolutamente despierta y conciente de todo lo que había oído. Me vestí rápidamente y me fui a la cocina donde encontré a Aurora preparando el café. Cuando me vio, ambas sabíamos que había algo por hablar, creo interpreto mi cara de desconcierto. Anoche te iba a decir algo que no te dije - comenzó-. Si me imagino, pero no es tarde aun para que me lo digas ahora- continúe-. Hay veces pasan cosas para las que no tenemos explicación. No siempre pasan, pero pasan. Si, ¿como lo que escuche anoche en el dormitorio donde dormí? Si lo que escuchaste es lo que estoy pensando, así es, no tiene explicación. No pasa siempre, por eso no te quise decir nada, para no asustarte pero particularmente allí, ciertas noches se escuchan cosas que no existen. Te puedo asegurar que no lo soñaste, ni te imaginaste nada. Lo que escuchaste es “invisible”. ¿Que explicación le das a todo lo que escuché? Pues no se, no te sabría decir. Se que esta casa esta edificada sobre un antiguo asentamiento de la época de la revolución. Buscamos en los archivos generales de la ciudad y parece ser que entre el terreno de al lado y esta casa, había un salón social donde se juntaban lugareños y revolucionarios de la época. ¡Si dicen que hasta el mismísimo Emiliano Zapata era un habitúe del salón! Si no nos dijeron mal, había una tienda de abarrotes por delante con un gran salón social por detrás donde se juntaban a comer, beber, jugar a las cartas o hacer negocios, precisamente el salón estaba entre lo que es hoy día el cuarto de huéspedes y el terreno baldío del costado. Si me preguntas a mi, yo creo que ese espacio quedo impregnado del pasado, un pasado tan fuerte, que regresa una y otra vez, así como un eco. ¡ Que suerte que la hija de Aurora me quiere como a una tía!, por que durante los diez días de visita en Cuernavaca dormí en su cuarto. Es que en el cuarto de huéspedes los ecos del pasado de la casa no me hubieran dejado descansar.

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