LA PIEDRA MOVEDIZA
Entre las muchas historias que recuerdo, de mi querida abuela Paulina , oriunda de Tandil, Provincia de Buenos Aires; esta la de la piedra movediza o “la piedra que late” como la llamaban, que cayó en 1912 desde lo alto de la sierra dejando un misterio desvanecido en la sombra.
Muchas y muy diferentes teorias tejió la gente de la zona como razón de por que la piedra cayó; unos decían por vandalismo y otros por el retumbe de explosiones en canteras cercanas.
Para probar que la piedra oscilaba, la gente colocaba botellas bajo la piedra que se encontraba haciendo equilibrio, apoyada sobre una roca plana que daba a una pendiente; regresando al otro día y encontrando tan solo pedazos de vidrios rotos.
Desde siempre esta piedra se convirtió en leyenda antes de haber caído.
Hasta los nativos que vivían en la región antes de que el hombre blanco llegara, crearon historias en relación a la piedra que tenían que ver con el sol y la luna.
La historia que narraba la abuela es que desde finales del siglo XIX , existía en Tandil un asilo de niñas y ancianos atendido por las monjas de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia.
En el asilo desde hacia años vivía un viejo apodado “Pandereta” quien además de vivir, trabajaba en el asilo, haciendo de cochero, jardinero o cualquier otra tarea de mantenimiento o reparación que fuera necesaria.
El tal Pandereta juraba y perjuraba a todos que el moriría el día que la piedra cayera sierra abajo. Nadie le daba mayor importancia al asunto.
Una mañana tuvieron que ir a buscarlo a su cuarto por que el no aparecía a desayunar, encontrando al viejo muerto en su cama.
Aquel día lo velaron en la iglesia, le hicieron misa y lo llevaron al cementerio como corresponde a todo buen cristiano.
Todos lamentaron la muerte de Pandera, sin duda era un buen hombre, aunque algo presuntuoso de su parte el pensar que la piedra caería el día de su muerte.
Llego la noche y se desato tremenda tormenta, viento y relámpagos que no dejaban de iluminar el cielo.
A las puertas del asilo llegada la madrugada, entre el estruendo de los truenos que retumbaban en la sierra y el pueblo, alguien golpeaba el portón con desesperación.
La monjita portera, que a esas horas dormía, se despertó por los golpes, corriendo a atender a quien estaba tocando. Por poco cae de espaldas por el susto de encontrar a las puertas del asilo al viejo Pandereta empapado, embarrado y con el mismo traje con que lo habían enterrado horas antes.
El viejo sufría de catalepsia, enfermedad que reduce a cero los signos vitales, pero en definitiva aunque parezca en apariencia estar muerto, la persona esta viva, despertando después de varias horas del letargo.
Esto es lo que le paso a Pandereta, que una vez recuperado del susto de haber salido de la tumba, continuo viviendo varios años mas en el asilo.
Llego la tarde del 12 de Febrero de 1912. Un estruendo que pareció rasgar la tierra interrumpió la tranquilidad del día.
“ El eco inesperado de aquel pregón siniestro” como dijera el escritor Ricardo Rojas en su momento, saco a las personas de sus casas, cruzando las calles del pueblo, pastizales y quintas, presagiando camino arriba la razón del escándalo.
Silencio, calor, polvo y pesadumbre arrastraban a la gente en procesión a lo alto de la sierra encontrando el espacio vacío en donde antes estaba la piedra; yaciendo la misma rota en tres pedazos muchos metros abajo.
Todos fueron a ser testigos de la caída del gigante; no faltando hombres, mujeres y niños que azorados concurrieron al lugar.
Entre el tumulto nadie advirtió que había un ausente.
Aquella noche cuando regresaron al asilo, encontraron a Pandereta junto a una banca del patio que daba al huerto, tendido en el piso boca arriba . Esta vez un fulminante paro cardiaco lo mato definitivamente.
Pandereta cumplió su juramento.
Entre las muchas historias que recuerdo, de mi querida abuela Paulina , oriunda de Tandil, Provincia de Buenos Aires; esta la de la piedra movediza o “la piedra que late” como la llamaban, que cayó en 1912 desde lo alto de la sierra dejando un misterio desvanecido en la sombra.
Muchas y muy diferentes teorias tejió la gente de la zona como razón de por que la piedra cayó; unos decían por vandalismo y otros por el retumbe de explosiones en canteras cercanas.
Para probar que la piedra oscilaba, la gente colocaba botellas bajo la piedra que se encontraba haciendo equilibrio, apoyada sobre una roca plana que daba a una pendiente; regresando al otro día y encontrando tan solo pedazos de vidrios rotos.
Desde siempre esta piedra se convirtió en leyenda antes de haber caído.
Hasta los nativos que vivían en la región antes de que el hombre blanco llegara, crearon historias en relación a la piedra que tenían que ver con el sol y la luna.
La historia que narraba la abuela es que desde finales del siglo XIX , existía en Tandil un asilo de niñas y ancianos atendido por las monjas de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia.
En el asilo desde hacia años vivía un viejo apodado “Pandereta” quien además de vivir, trabajaba en el asilo, haciendo de cochero, jardinero o cualquier otra tarea de mantenimiento o reparación que fuera necesaria.
El tal Pandereta juraba y perjuraba a todos que el moriría el día que la piedra cayera sierra abajo. Nadie le daba mayor importancia al asunto.
Una mañana tuvieron que ir a buscarlo a su cuarto por que el no aparecía a desayunar, encontrando al viejo muerto en su cama.
Aquel día lo velaron en la iglesia, le hicieron misa y lo llevaron al cementerio como corresponde a todo buen cristiano.
Todos lamentaron la muerte de Pandera, sin duda era un buen hombre, aunque algo presuntuoso de su parte el pensar que la piedra caería el día de su muerte.
Llego la noche y se desato tremenda tormenta, viento y relámpagos que no dejaban de iluminar el cielo.
A las puertas del asilo llegada la madrugada, entre el estruendo de los truenos que retumbaban en la sierra y el pueblo, alguien golpeaba el portón con desesperación.
La monjita portera, que a esas horas dormía, se despertó por los golpes, corriendo a atender a quien estaba tocando. Por poco cae de espaldas por el susto de encontrar a las puertas del asilo al viejo Pandereta empapado, embarrado y con el mismo traje con que lo habían enterrado horas antes.
El viejo sufría de catalepsia, enfermedad que reduce a cero los signos vitales, pero en definitiva aunque parezca en apariencia estar muerto, la persona esta viva, despertando después de varias horas del letargo.
Esto es lo que le paso a Pandereta, que una vez recuperado del susto de haber salido de la tumba, continuo viviendo varios años mas en el asilo.
Llego la tarde del 12 de Febrero de 1912. Un estruendo que pareció rasgar la tierra interrumpió la tranquilidad del día.
“ El eco inesperado de aquel pregón siniestro” como dijera el escritor Ricardo Rojas en su momento, saco a las personas de sus casas, cruzando las calles del pueblo, pastizales y quintas, presagiando camino arriba la razón del escándalo.
Silencio, calor, polvo y pesadumbre arrastraban a la gente en procesión a lo alto de la sierra encontrando el espacio vacío en donde antes estaba la piedra; yaciendo la misma rota en tres pedazos muchos metros abajo.
Todos fueron a ser testigos de la caída del gigante; no faltando hombres, mujeres y niños que azorados concurrieron al lugar.
Entre el tumulto nadie advirtió que había un ausente.
Aquella noche cuando regresaron al asilo, encontraron a Pandereta junto a una banca del patio que daba al huerto, tendido en el piso boca arriba . Esta vez un fulminante paro cardiaco lo mato definitivamente.
Pandereta cumplió su juramento.
2 comentarios:
Muy agradable la historia..como tanta que existen allá por Tandil, te cuento que el verano pasado pasamos unos 5 dias de vacaciones y Tandil está hermoso..su energía, caminando y descansando de la ciudad.
Un beso.Eugenio
NOTA: seguire leyendo....Cuentos de Adriana...
Muy lindo Adriana me encanto.Lo ilustraste tan lindo que quería seguir leyendo.Bs Cristina de Uruguay
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