Ana flota en una pequeña embarcación pesquera sobre el mar. No sabe exactamente donde esta, ni tampoco le importa, tan solo sabe que es libre y esto la hace sumamente feliz. Mirando el lento atardecer anaranjado sobre el horizonte. Los pelícanos vuelan en simétrico vuelo uno tras otro, cruzando el cielo de Sur a Norte.
Su casa blanca esta en el pueblo, sobre una centenaria y angosta calle cuesta arriba, un pequeño cuarto con tan solo lo necesario.
Lo indispensable, una ventana con sol, un caballete, pinturas, pinceles y papeles para colorear el mundo simple, la vida que le pertenece, el viento que le golpea la cara , el mar que le llena los ojos y las barcazas que adora, a lo lejos. Pintar sus anhelos, sus deseos y la vida que vivió y comienza a sentir ahora , a su manera, y como le da la gana.
Ana no regresa, ya lo resolvió. No mas jaula de oro. No mas esclavitud en forma de familia perfecta.
La respetable familia siempre fue la admiración de todos. Años de aparente feliz y unido matrimonio, una opulenta casa en la parte mas importante de la ciudad, hijos adorables y estudiosos, carrera profesional del esposo, solvencia económica, varios autos en el garaje, vacaciones en Paris, Praga, Nueva York o donde quisiera el marido, casa de campo en las afueras, entre otras cosas, eran las situaciones habituales de la familia.
Ana siempre hermosa, sonriente, madre abnegada y esposa fiel.
Apenas termino bellas artes, muy joven por cierto, ya que siempre fue alumna destacada, se caso; entonces para que quería trabajar si su esposo, recién recibido de ingeniero agrónomo, podría proveer a la familia todo lo necesario para que Ana no trabajase. Así lo consideraron los padres de ella, sus suegros y su propio marido.
Todos opinaron menos Ana, que no tuvo ni voz ni voto en esta decisión. Ana paciente. Ana postergada. Ana la decoración perfecta de la familia.
Al poco tiempo comenzaron a llegar “ los herederos”, como los llamaba el abuelo, para completar la felicidad del cuadro familiar. Todos dignos de la estirpe y abolengo del apellido que pesaba a sus espaldas, así como en la cruza de caballos de pura raza.
Joven ama de casa, esposa ejemplar y dedicada. Ana atendía la casa de la ciudad así como la del campo como se espera de toda una Señora. -Anita tan buena anfitriona-
Pasaron los días, los meses , los años , Navidades, cumpleaños, aniversarios y funerales.
Los hijos crecieron e hicieron lo que quisieron, marchándose y olvidando a la abnegada madre.
Infidelidades del magnifico esposo salieron a la luz, Ana ya no era tan hermosa. Ana ya no era tan joven.
Su padre, de tanto abolengo lo internaron con cirrosis por tanto tomar whisky británico y rum caribeño.
Un buen día Ana amaneció despertando de un largo letargo, miro sus manos vacías de propios logros, mas llenas de brillantes y arrugas.
Miro en su interior y se dio cuenta que la sangre no le corría por las venas, que su vida siempre había sido un escaparate y que ya era tiempo de ser ella misma. Siempre había estado al servicio de lo que los otros esperaban de ella , sin pensar en lo que ella quería sentía, deseaba, amaba, prefería o pensaba.
Entonces se pregunto, ¿que hago aquí? Es hora de vivir.
Una mañana sin decirle a nadie donde iba, se marcho muy lejos, borro su apellido y se quedo con su nombre.
Llego al pequeño pueblo que siempre quiso visitar, Y que nunca había pisado.
Hizo lo que siempre quiso hacer y que nunca le permitieron, por pensar que era inútil. Pintar y dibujar .
Por las tardes Ana acompaña a los pescadores a pescar, de regreso los ayuda a lavar las redes y elige el pescado para su cena.
Ana es mas hermosa. Ana es feliz.