lunes, 1 de enero de 2018

Los reyes magos de los niños pobres.


Hay niños en mi escuela que tienen las zapatillas siempre limpias y sin agujeros, los útiles escolares en perfectas condiciones y cuanta golosina y papitas se les ocurra comer, mientras no les de dolor de panza.
Desde que tengo memoria, todo lo que he tenido ha sido usado, venga de mis hermanos o primos, o de los hijos de la patrona de mi mamá.
Cuando llega el día reyes, así como están los ricos y estamos los pobres, siempre di por sentado que había reyes para los niños más ricos y otros para los niños más pobres como nosotros.
Siempre fue inútil pedir por un super pantera man, o un tranformer robot o un prisma car cuarta generación, mucho menos por una Tablet con todos los juegos que soñaría jugar, como muestran las propagandas de la TV un mes antes del día de reyes.  Todos esos juguetes son para los niños ricos como los hijos de la señora donde trabaja mi mamá o los de una escuela a pocas cuadras de la mía donde los niños van en uniformes muy limpios, bajando de los buses escolares o en los autos donde los traen sus papás. A ellos les llegan los reyes ricos, aquellos que salen en la TV y se llaman Melchor, Gaspar y Baltazar. Tienen largas barbas, son muy altos y corpulentos y usan turbantes y coronas de oro y piedras, así como en las películas. Visten ropas bordadas que llegan hasta el suelo y sus zapatos son puntiagudos y dorados.  
En mis últimos largos cinco años de vida, por más que deseara los juguetes que veo por la tarde en la TV entre caricatura y caricatura; llegado el 6 de enero y por más que les dejara a los reyes un pedazo de pan fresco y pasto para los camellos que había sacado de un baldío a una cuadra de casa, lo único que recibíamos mis hermanos y yo eran calcetines, o chocolatines con sorpresa o calendarios de equipos de football que ni conocíamos.  A mi hermanita le llegó una muñeca una vez, la pobre estaba despeinada, tenía sus ropitas gastadas y si supuestamente tenía que hablar estaba muda, ya que el botón que se apretaba para que hablara estaba roto, para mí que en la repartición se les cayó a los reyes de la bolsa y el camello la pisó. Igual a mi hermanita le gustó y dormía con ella, pero más le hubiera gustado la Barbie de pelo largo y ropa de domingo.
Fue mi mamá un día que nos dijo que había dos tipos de reyes, uno para los niños ricos y otros para los pobres, como yo lo suponía. Ella nos lo dijo para que no nos hiciéramos grandes ilusiones el próximo día de reyes en recibir los regalos que a nosotros nos gustaría tener.
Hasta que un día, pasados mis seis años como tengo ahora, no solo supe de ellos por lo que decía mi mamá o por lo que yo imaginaba, sino que los vi.
 Así como está Melchor, Gaspar y Baltazar que llevan el atuendo que les explique antes, está el Beto, el Cacho y el Rata, que son muy flacos, visten gorra con visera, no son viejos como los reyes tradicionales, no salen en la TV. Tampoco creo sean reyes, trabajan de incognito, y en mi barrio nadie los quiere, pero son los que traen sorpresas a los niños como nosotros, los pobres.  
Lo descubrí la noche del 5 de enero pasado. Estábamos todos durmiendo cuando un estruendo en la puerta del fondo me despertó a mi solito. Fue un correteo y un golpear de tachos de basura por el callejón de la puerta de atrás.
Primero me asusté y espié lo que pasaba moviendo un poco la cortina de la puerta que da al fondo, y allí los vi clarito, ya que un rayo de luna les daba de lleno en la cara.  ¡Eran sin duda ellos tres, entre los tachos de basura del fondo!  Algo dejaron allí y salieron corriendo rumbo a la avenida. No paso ni un minuto cuando oí la sirena de la policía trinando por la avenida, tiros, gritos, pero eso siempre pasa, ya estamos acostumbrados en mi barrio a esas cosas.  
Pasados unos minutos, salí a ver que había entre los tachos del fondo por donde los reyes de los pobres habían estado un momento antes. Una profunda emoción me atrapó al ver una caja muy grande y pesada que a empujones entre en la casa. Prendí la luz de la cocina y despacito la abrí.
En ella había tres Tablet, dos celulares, dos relojes, varias bolsitas de auriculares, una cámara de fotos, un sobre con dinero, dos amplificadores sin cable, dos autos de control remoto y una cajita de música con una muñeca de falda de tul, esa para mi hermanita de seguro. Todo lo demás para mis hermanitos mi mamá y para mí.
Llamé a gritos a todos. Mi mamá fue la primera en venir quien atónita vio los regalos que yo había desparramado por el piso de la cocina.   Mis hermanos llegaron corriendo a ver que pasaba. Al ver los regalos, todos saltaban de alegría mientras tomaban los regalos y gritaban ¡llegaron los reyes, llegaron los reyes!
Algo les pasó a los reyes de mi barrio, ya que luego de aquella noche no volví a ver al Beto, al Cacho y al Rata nunca más. Mi mamá me dijo que se fueron al cielo y que no regresaran más.

Talvez el año próximo venga Melchor Gaspar y Baltazar o manden a otros reyes a reemplazar los reyes de los pobres que se fueron al cielo en alguna otra misión.