Tandil, junio de 1925
-Imperdonable su error-, no deja de reprocharse Ramón.
Mas allá de la falta de seso de la criada, ¡que habría de
saber aquella mujer los sentimientos que la noticia despertarían en Paulina!
Fue él y nada más que él, culpable del imperdonable descuido.
Él y su afán de lectura, de saber, de comerse cuanto libro,
periódico y revista a su alcance estuviera.
Por eso mismo llegaban encomiendas a su nombre desde Buenos
Aires, dos veces al mes cargadas con material de lectura que él devoraba con
avidez.
Tenía que mantenerse al tanto de todo lo que pasaba en el
mundo y en particular de su querida España desde donde se hacía llegar los
últimos periódicos o revistas, aunque fuera con meses de demora, no importando
el costo que esto pudiera ocasionar.
Esta vez la noticia llegaba de un diario de Buenos Aires, él
apenas había leído el titular, pero en cuanto vio la palabra “difteria” lo
tendría que haber tirado a la basura para que Paulina ni siquiera hubiese leído
aquella palabra maldita que tanto daño le hacía.
Según se enteró fue por la mañana, cuando le mucama le alcanzó
a Paulina la bandeja del té con el periódico a un lado para que lo ojeara
mientras desayunaba.
-El perro Balto salva
a la población de Nome en Alaska – EE. UU. de epidemia de difteria-, decía
el titular de la noticia.
¿Qué importancia hubiera tenido esto para una joven esposa
de 26 años con una hijita de tres años y otro niño de uno? Eso si la muerte no
le hubiera arrebatado a su Julián, su primogénito, tres años atrás por aquella desgraciada
enfermedad.
La noticia cambio su momento, su día y su semana, sumiéndola
en un nuevo estado de depresión. Tiempo
hacia que trataba de superar su dolor, por todos los que la amaban, incluyendo
a sus padres y sus afectuosas hermanas, aunque trataba no podía. El dolor y el vacío
era inmenso.
Gloria y Jorge eran sus amados hijos también, pero no podía
superar la falta de Julián a pesar del tiempo y las estrategias de su esposo y
familia por sacarla de aquella catarsis.
A pesar de la tristeza inmediata que su piel transpiró,
siguió leyendo en el silencio de la mañana, la noticia. Las palabras se le
hacían imágenes en su mente que no podía dominar.
Un perro siberiano
ruso, llamado “Balto” se convierte en el héroe de la jornada y la población de Nome,
una lejana aldea de Alaska, transportando el suero antitoxina diftérica, liderado
por el musher noruego Gunnar Kaassen y un limitado grupo de perros en extremas
condiciones climáticas durante este pasado invierno de 1925. Salvando de esta
manera a la población infantil de esta letal enfermedad.
Lo curioso de la noticia es que “Balto”, fue
subestimado por su dueño Leonhard Seppala
por no tener talento suficiente
para este tipo de tareas, llegando a ser castrado dos años atrás considerándolo
con poco potencial de desempeño como perro guía.
Balto a estas fechas
es declarado “héroe nacional canino” con todos los honores pertinentes.
El 25 de enero el Doctor Curtis Welch habría
confirmado un nuevo brote de difteria en Nome, Alaska, población no mayor a los
dos mil habitantes. Prontamente envía un telegrama al estado de Washington,
solicitando un millón de dosis del suero antitoxina diftérica al Servicio de
Salud Pública, luego de la muerte confirmada de cuatro niños y la falta de
suero en la localidad, habiendo utilizado dosis vencidas en el hospital local
de Maynard Columbus que lejos de salvar la vida, habría provocado la muerte de
una niña de siete años al no cumplirse los resultados esperados.
El duro invierno de la
región con temperaturas menores a los -40 grados C hizo imposible el envío de
la antitoxina desde la ciudad de Anchorage, lugar donde habría una gran
cantidad de dosis con capacidad de salvar a toda la población infantil y adulta
mayor infectada.
El puerto de la
península de Seward en el mar de Bering se encontraba cerrado a estas fechas
dado el extremo congelamiento de las aguas del mar, no siendo los vuelos en
aeroplano una posible alternativa por lo peligroso de la travesía en aquellas
condiciones climáticas.
Por todas las razones anteriores,
las autoridades decidieron que la única posibilidad dada la persistencia del
clima extremo y el corto tiempo disponible era enviar de Anchorage a Nenana por
ferrocarril los tubos de suero envueltos en algodones dentro de cilindros
metálicos, y de allí a Nome, la localidad afectada en una frenética travesía
con los especialmente entrenados perros tira trineos, los cuales están entrenados
para estos menesteres.
La distancia por
atravesar eran 1000 Km, para lo que fueron enviados 20 mushers o guías de
trineos con una cantidad de más de 100 perros huskies en su mayoría. Apostados
en diferentes puntos del camino bajo el sistema de relevos.
Este trayecto normalmente demora 25 días, bajo buenas
condiciones, pero los perros y los conductores sólo tenían unos seis días para
llevar la medicina a Nome.
El primer contingente salió
el 27 de enero con una temperatura de alrededor de los – 40 grados C bajo cero.
Todos los relevos afirmaron
experimentar fuertes vientos que los volteaban y los hacían caer y
desistir. Atravesando hielos quebradizos y resbaladizos, aguas congeladas,
soportando el esfuerzo y el cansancio extremo. Atravesando montañas, tundras y
bosques de píceas.
Fueron varios los guías
y perros que perecieron a lo largo del difícil camino.
Leonhard Seppala y su increíble equipo de perros lograron
recibir el transporte a mitad del camino y luego se dirigieron hacia Nome junto
con la preciada carga, guiados por uno de sus mejores perros, el valiente “Togo”
pasando por tormentas de nieve y bloques traicioneros de hielo.
La última etapa, y la considerada más difícil fue manejada por el
asistente de Seppala, Gunnar Kaasen.
Kaasen fue el encargado de llevar el contenedor de serum de 10 kg
hasta Nome en la última parte, donde los habitantes estaban esperándolo a los
límites de la desesperación.
Kaasen no tenía un perro adecuado para liderar
el último trayecto arriesgado.
Presionado por la situación Gunnar decidió usar al perro Balto
para liderar el grupo
Balto no tenía experiencia en liderar bajo esas circunstancias
peligrosas, pero Kaasen terminó confiando en él.
El viaje continuó en una oscuridad profunda bajo tormentas de
nieve con temperaturas en permanente descenso y vientos de hasta 70 km por hora.
Balto logró mantener gracias a su instinto y
persistencia el curso correcto, a pesar de que Kaasen ni podía ver su propia
mano delante de sí por toda la nieve que caía, según sus declaraciones.
Afirmó: - Todo era un caos de ventisca y desolación. Si acaso la
nieve amainaba la niebla cubría su sitio.
No había paisaje, la tierra y el cielo estaban unidos por una
cortina de niebla y atrás de la niebla más niebla.
La luz era la fuga de la sombra y la sombra el refugio de la
luz. Instantes eternos, largos y penosos
que no llegaron a truncar el cometido.
Finalmente, el pasado 2 de febrero a las dos de la mañana en un
tiempo récord de 5.5 días el trineo con la antitoxina llegó finalmente a Nome
gracias a la persistencia de Kaaseen y al instinto de Balto.
La bienvenida y acogida del grupo no tiene parangón.
Balto y los conductores de trineo son ovacionados por millones
(incluso el presidente Calvin Coolidge) su viaje ya es famoso y vituperado por
todos EE. UU. Lo demás es
historia.
Paulina, cierra el periódico y lo deja a un lado de la
bandeja, mientras sus ojos se cubren de lágrimas amargas.
Afuera Gloria y Jorge están con la nana quien les canta
mientras les da de comer.
No hubo Balto ni trineos que le trajeran la antitoxina a su Julián. Hasta hace 3 años no había cura.
Mucho le rezó a la virgen para que lo salvara, pero no pudo
ser.
Milagrosamente Gloria ni siquiera se contagió, aunque pasó
horas al lado de Julián estando este ya infectado.
-Mamita, mamita, me duele aquí- le decía, tocándose la garganta,
con aquella vocecita angelical y débil. Sus ojitos entrecerrados y enrojecidos
por la fiebre.
Ella le acariciaba la
frente, cubriéndolo con toallitas de agua fría para bajarle la fiebre mientras
lo besaba tiernamente.
Y Paulina no podía hacer nada… los vio, cuando el doctor
cerraba su maletín y hablaba con Ramón y su madre, la abuela del niño, moviendo
la cabeza de un lado a otro con evidente desasosiego y tristeza.
Y ella se desesperaba y sus hermanas la sostenían a un lado
de la camita tratando de calmarla.
Las últimas horas, más de 48 sin dormir, sin comer, sin
vivir. Finalmente, Balbina, la hermana mayor la convenció por la madrugada,
antes de salir el sol para que fuera a la cocina a beber un vaso de leche como
pretexto.
Se daban cuenta que mientras ella estuviera en el cuarto no
dejaría que el niño muriera en paz.
Fue salir del cuarto que el niño pudo expirar.
Luego, los gritos de desesperación y dolor se oían desde la
calle, mientras Paulina se tiraba al piso.
No hubo héroes en su fin, tan solo dolor.