domingo, 11 de febrero de 2018

SIN HEROES


Tandil, junio de 1925

-Imperdonable su error-, no deja de reprocharse Ramón.
Mas allá de la falta de seso de la criada, ¡que habría de saber aquella mujer los sentimientos que la noticia despertarían en Paulina!
Fue él y nada más que él, culpable del imperdonable descuido.
Él y su afán de lectura, de saber, de comerse cuanto libro, periódico y revista a su alcance estuviera.
Por eso mismo llegaban encomiendas a su nombre desde Buenos Aires, dos veces al mes cargadas con material de lectura que él devoraba con avidez.
Tenía que mantenerse al tanto de todo lo que pasaba en el mundo y en particular de su querida España desde donde se hacía llegar los últimos periódicos o revistas, aunque fuera con meses de demora, no importando el costo que esto pudiera ocasionar.
Esta vez la noticia llegaba de un diario de Buenos Aires, él apenas había leído el titular, pero en cuanto vio la palabra “difteria” lo tendría que haber tirado a la basura para que Paulina ni siquiera hubiese leído aquella palabra maldita que tanto daño le hacía.
Según se enteró fue por la mañana, cuando le mucama le alcanzó a Paulina la bandeja del té con el periódico a un lado para que lo ojeara mientras desayunaba.
-El perro Balto salva a la población de Nome en Alaska – EE. UU. de epidemia de difteria-, decía el titular de la noticia.
¿Qué importancia hubiera tenido esto para una joven esposa de 26 años con una hijita de tres años y otro niño de uno? Eso si la muerte no le hubiera arrebatado a su Julián, su primogénito, tres años atrás por aquella desgraciada enfermedad.
La noticia cambio su momento, su día y su semana, sumiéndola en un nuevo estado de depresión.   Tiempo hacia que trataba de superar su dolor, por todos los que la amaban, incluyendo a sus padres y sus afectuosas hermanas, aunque trataba no podía. El dolor y el vacío era inmenso.
Gloria y Jorge eran sus amados hijos también, pero no podía superar la falta de Julián a pesar del tiempo y las estrategias de su esposo y familia por sacarla de aquella catarsis.
A pesar de la tristeza inmediata que su piel transpiró, siguió leyendo en el silencio de la mañana, la noticia. Las palabras se le hacían imágenes en su mente que no podía dominar.




Un perro siberiano ruso, llamado “Balto” se convierte en el héroe de la jornada y la población de Nome, una lejana aldea de Alaska, transportando el suero antitoxina diftérica, liderado por el musher noruego Gunnar Kaassen y un limitado grupo de perros en extremas condiciones climáticas durante este pasado invierno de 1925. Salvando de esta manera a la población infantil de esta letal enfermedad.
 Lo curioso de la noticia es que “Balto”, fue subestimado por su dueño Leonhard Seppala por no tener talento suficiente para este tipo de tareas, llegando a ser castrado dos años atrás considerándolo con poco potencial de desempeño como perro guía.
Balto a estas fechas es declarado “héroe nacional canino” con todos los honores pertinentes.
 El 25 de enero el Doctor Curtis Welch habría confirmado un nuevo brote de difteria en Nome, Alaska, población no mayor a los dos mil habitantes. Prontamente envía un telegrama al estado de Washington, solicitando un millón de dosis del suero antitoxina diftérica al Servicio de Salud Pública, luego de la muerte confirmada de cuatro niños y la falta de suero en la localidad, habiendo utilizado dosis vencidas en el hospital local de Maynard Columbus que lejos de salvar la vida, habría provocado la muerte de una niña de siete años al no cumplirse los resultados esperados.
El duro invierno de la región con temperaturas menores a los -40 grados C hizo imposible el envío de la antitoxina desde la ciudad de Anchorage, lugar donde habría una gran cantidad de dosis con capacidad de salvar a toda la población infantil y adulta mayor infectada.    
El puerto de la península de Seward en el mar de Bering se encontraba cerrado a estas fechas dado el extremo congelamiento de las aguas del mar, no siendo los vuelos en aeroplano una posible alternativa    por lo peligroso de la travesía en aquellas condiciones climáticas.
Por todas las razones anteriores, las autoridades decidieron que la única posibilidad dada la persistencia del clima extremo y el corto tiempo disponible era enviar de Anchorage a Nenana por ferrocarril los tubos de suero envueltos en algodones dentro de cilindros metálicos, y de allí a Nome, la localidad afectada en una frenética travesía con los especialmente entrenados perros tira trineos, los cuales están entrenados para estos menesteres.
La distancia por atravesar eran 1000 Km, para lo que fueron enviados 20 mushers o guías de trineos con una cantidad de más de 100 perros huskies en su mayoría. Apostados en diferentes puntos del camino bajo el sistema de relevos.
Este trayecto normalmente demora 25 días, bajo buenas condiciones, pero los perros y los conductores sólo tenían unos seis días para llevar la medicina a Nome.
El primer contingente salió el 27 de enero con una temperatura de alrededor de los – 40 grados C bajo cero.
Todos los relevos afirmaron experimentar fuertes vientos que los volteaban y los hacían caer y desistir. Atravesando hielos quebradizos y resbaladizos, aguas congeladas, soportando el esfuerzo y el cansancio extremo. Atravesando montañas, tundras y bosques de píceas.  
Fueron varios los guías y perros que perecieron a lo largo del difícil camino.
Leonhard Seppala y su increíble equipo de perros lograron recibir el transporte a mitad del camino y luego se dirigieron hacia Nome junto con la preciada carga, guiados por uno de sus mejores perros, el valiente “Togo” pasando por tormentas de nieve y bloques traicioneros de hielo. 
La última etapa, y la considerada más difícil fue manejada por el asistente de Seppala, Gunnar Kaasen.
Kaasen fue el encargado de llevar el contenedor de serum de 10 kg hasta Nome en la última parte, donde los habitantes estaban esperándolo a los límites de la desesperación.
  Kaasen no tenía un perro adecuado para liderar el último trayecto arriesgado. 
Presionado por la situación Gunnar decidió usar al perro Balto para liderar el grupo  
Balto no tenía experiencia en liderar bajo esas circunstancias peligrosas, pero Kaasen terminó confiando en él.
 El último trayecto fue igual de peligroso e impredecible, como estaba estimado. 
El viaje continuó en una oscuridad profunda bajo tormentas de nieve con temperaturas en permanente descenso y vientos de hasta 70 km por hora.   Balto logró mantener gracias a su instinto y persistencia el curso correcto, a pesar de que Kaasen ni podía ver su propia mano delante de sí por toda la nieve que caía, según sus declaraciones.
Afirmó: - Todo era un caos de ventisca y desolación. Si acaso la nieve amainaba la niebla cubría su sitio.
No había paisaje, la tierra y el cielo estaban unidos por una cortina de niebla y atrás de la niebla más niebla.
La luz era la fuga de la sombra y la sombra el refugio de la luz.  Instantes eternos, largos y penosos que no llegaron a truncar el cometido.
Finalmente, el pasado 2 de febrero a las dos de la mañana en un tiempo récord de 5.5 días el trineo con la antitoxina llegó finalmente a Nome gracias a la persistencia de Kaaseen y al instinto de Balto.
La bienvenida y acogida del grupo no tiene parangón.  
Balto y los conductores de trineo son ovacionados por millones (incluso el presidente Calvin Coolidge) su viaje ya es famoso y vituperado por todos EE. UULo demás es historia.



Paulina, cierra el periódico y lo deja a un lado de la bandeja, mientras sus ojos se cubren de lágrimas amargas.
Afuera Gloria y Jorge están con la nana quien les canta mientras les da de comer.
No hubo Balto ni trineos que le trajeran la antitoxina a su Julián.  Hasta hace 3 años no había cura.
Mucho le rezó a la virgen para que lo salvara, pero no pudo ser.
Milagrosamente Gloria ni siquiera se contagió, aunque pasó horas al lado de Julián estando este ya infectado.
-Mamita, mamita, me duele aquí- le decía, tocándose la garganta, con aquella vocecita angelical y débil. Sus ojitos entrecerrados y enrojecidos por la fiebre.
 Ella le acariciaba la frente, cubriéndolo con toallitas de agua fría para bajarle la fiebre mientras lo besaba tiernamente.
Y Paulina no podía hacer nada… los vio, cuando el doctor cerraba su maletín y hablaba con Ramón y su madre, la abuela del niño, moviendo la cabeza de un lado a otro con evidente desasosiego y tristeza.
Y ella se desesperaba y sus hermanas la sostenían a un lado de la camita tratando de calmarla.
Las últimas horas, más de 48 sin dormir, sin comer, sin vivir. Finalmente, Balbina, la hermana mayor la convenció por la madrugada, antes de salir el sol para que fuera a la cocina a beber un vaso de leche como pretexto.
Se daban cuenta que mientras ella estuviera en el cuarto no dejaría que el niño muriera en paz.
Fue salir del cuarto que el niño pudo expirar. 
Luego, los gritos de desesperación y dolor se oían desde la calle, mientras Paulina se tiraba al piso.
No hubo héroes en su fin, tan solo dolor.


lunes, 1 de enero de 2018

Los reyes magos de los niños pobres.


Hay niños en mi escuela que tienen las zapatillas siempre limpias y sin agujeros, los útiles escolares en perfectas condiciones y cuanta golosina y papitas se les ocurra comer, mientras no les de dolor de panza.
Desde que tengo memoria, todo lo que he tenido ha sido usado, venga de mis hermanos o primos, o de los hijos de la patrona de mi mamá.
Cuando llega el día reyes, así como están los ricos y estamos los pobres, siempre di por sentado que había reyes para los niños más ricos y otros para los niños más pobres como nosotros.
Siempre fue inútil pedir por un super pantera man, o un tranformer robot o un prisma car cuarta generación, mucho menos por una Tablet con todos los juegos que soñaría jugar, como muestran las propagandas de la TV un mes antes del día de reyes.  Todos esos juguetes son para los niños ricos como los hijos de la señora donde trabaja mi mamá o los de una escuela a pocas cuadras de la mía donde los niños van en uniformes muy limpios, bajando de los buses escolares o en los autos donde los traen sus papás. A ellos les llegan los reyes ricos, aquellos que salen en la TV y se llaman Melchor, Gaspar y Baltazar. Tienen largas barbas, son muy altos y corpulentos y usan turbantes y coronas de oro y piedras, así como en las películas. Visten ropas bordadas que llegan hasta el suelo y sus zapatos son puntiagudos y dorados.  
En mis últimos largos cinco años de vida, por más que deseara los juguetes que veo por la tarde en la TV entre caricatura y caricatura; llegado el 6 de enero y por más que les dejara a los reyes un pedazo de pan fresco y pasto para los camellos que había sacado de un baldío a una cuadra de casa, lo único que recibíamos mis hermanos y yo eran calcetines, o chocolatines con sorpresa o calendarios de equipos de football que ni conocíamos.  A mi hermanita le llegó una muñeca una vez, la pobre estaba despeinada, tenía sus ropitas gastadas y si supuestamente tenía que hablar estaba muda, ya que el botón que se apretaba para que hablara estaba roto, para mí que en la repartición se les cayó a los reyes de la bolsa y el camello la pisó. Igual a mi hermanita le gustó y dormía con ella, pero más le hubiera gustado la Barbie de pelo largo y ropa de domingo.
Fue mi mamá un día que nos dijo que había dos tipos de reyes, uno para los niños ricos y otros para los pobres, como yo lo suponía. Ella nos lo dijo para que no nos hiciéramos grandes ilusiones el próximo día de reyes en recibir los regalos que a nosotros nos gustaría tener.
Hasta que un día, pasados mis seis años como tengo ahora, no solo supe de ellos por lo que decía mi mamá o por lo que yo imaginaba, sino que los vi.
 Así como está Melchor, Gaspar y Baltazar que llevan el atuendo que les explique antes, está el Beto, el Cacho y el Rata, que son muy flacos, visten gorra con visera, no son viejos como los reyes tradicionales, no salen en la TV. Tampoco creo sean reyes, trabajan de incognito, y en mi barrio nadie los quiere, pero son los que traen sorpresas a los niños como nosotros, los pobres.  
Lo descubrí la noche del 5 de enero pasado. Estábamos todos durmiendo cuando un estruendo en la puerta del fondo me despertó a mi solito. Fue un correteo y un golpear de tachos de basura por el callejón de la puerta de atrás.
Primero me asusté y espié lo que pasaba moviendo un poco la cortina de la puerta que da al fondo, y allí los vi clarito, ya que un rayo de luna les daba de lleno en la cara.  ¡Eran sin duda ellos tres, entre los tachos de basura del fondo!  Algo dejaron allí y salieron corriendo rumbo a la avenida. No paso ni un minuto cuando oí la sirena de la policía trinando por la avenida, tiros, gritos, pero eso siempre pasa, ya estamos acostumbrados en mi barrio a esas cosas.  
Pasados unos minutos, salí a ver que había entre los tachos del fondo por donde los reyes de los pobres habían estado un momento antes. Una profunda emoción me atrapó al ver una caja muy grande y pesada que a empujones entre en la casa. Prendí la luz de la cocina y despacito la abrí.
En ella había tres Tablet, dos celulares, dos relojes, varias bolsitas de auriculares, una cámara de fotos, un sobre con dinero, dos amplificadores sin cable, dos autos de control remoto y una cajita de música con una muñeca de falda de tul, esa para mi hermanita de seguro. Todo lo demás para mis hermanitos mi mamá y para mí.
Llamé a gritos a todos. Mi mamá fue la primera en venir quien atónita vio los regalos que yo había desparramado por el piso de la cocina.   Mis hermanos llegaron corriendo a ver que pasaba. Al ver los regalos, todos saltaban de alegría mientras tomaban los regalos y gritaban ¡llegaron los reyes, llegaron los reyes!
Algo les pasó a los reyes de mi barrio, ya que luego de aquella noche no volví a ver al Beto, al Cacho y al Rata nunca más. Mi mamá me dijo que se fueron al cielo y que no regresaran más.

Talvez el año próximo venga Melchor Gaspar y Baltazar o manden a otros reyes a reemplazar los reyes de los pobres que se fueron al cielo en alguna otra misión.