domingo, 11 de febrero de 2018

SIN HEROES


Tandil, junio de 1925

-Imperdonable su error-, no deja de reprocharse Ramón.
Mas allá de la falta de seso de la criada, ¡que habría de saber aquella mujer los sentimientos que la noticia despertarían en Paulina!
Fue él y nada más que él, culpable del imperdonable descuido.
Él y su afán de lectura, de saber, de comerse cuanto libro, periódico y revista a su alcance estuviera.
Por eso mismo llegaban encomiendas a su nombre desde Buenos Aires, dos veces al mes cargadas con material de lectura que él devoraba con avidez.
Tenía que mantenerse al tanto de todo lo que pasaba en el mundo y en particular de su querida España desde donde se hacía llegar los últimos periódicos o revistas, aunque fuera con meses de demora, no importando el costo que esto pudiera ocasionar.
Esta vez la noticia llegaba de un diario de Buenos Aires, él apenas había leído el titular, pero en cuanto vio la palabra “difteria” lo tendría que haber tirado a la basura para que Paulina ni siquiera hubiese leído aquella palabra maldita que tanto daño le hacía.
Según se enteró fue por la mañana, cuando le mucama le alcanzó a Paulina la bandeja del té con el periódico a un lado para que lo ojeara mientras desayunaba.
-El perro Balto salva a la población de Nome en Alaska – EE. UU. de epidemia de difteria-, decía el titular de la noticia.
¿Qué importancia hubiera tenido esto para una joven esposa de 26 años con una hijita de tres años y otro niño de uno? Eso si la muerte no le hubiera arrebatado a su Julián, su primogénito, tres años atrás por aquella desgraciada enfermedad.
La noticia cambio su momento, su día y su semana, sumiéndola en un nuevo estado de depresión.   Tiempo hacia que trataba de superar su dolor, por todos los que la amaban, incluyendo a sus padres y sus afectuosas hermanas, aunque trataba no podía. El dolor y el vacío era inmenso.
Gloria y Jorge eran sus amados hijos también, pero no podía superar la falta de Julián a pesar del tiempo y las estrategias de su esposo y familia por sacarla de aquella catarsis.
A pesar de la tristeza inmediata que su piel transpiró, siguió leyendo en el silencio de la mañana, la noticia. Las palabras se le hacían imágenes en su mente que no podía dominar.




Un perro siberiano ruso, llamado “Balto” se convierte en el héroe de la jornada y la población de Nome, una lejana aldea de Alaska, transportando el suero antitoxina diftérica, liderado por el musher noruego Gunnar Kaassen y un limitado grupo de perros en extremas condiciones climáticas durante este pasado invierno de 1925. Salvando de esta manera a la población infantil de esta letal enfermedad.
 Lo curioso de la noticia es que “Balto”, fue subestimado por su dueño Leonhard Seppala por no tener talento suficiente para este tipo de tareas, llegando a ser castrado dos años atrás considerándolo con poco potencial de desempeño como perro guía.
Balto a estas fechas es declarado “héroe nacional canino” con todos los honores pertinentes.
 El 25 de enero el Doctor Curtis Welch habría confirmado un nuevo brote de difteria en Nome, Alaska, población no mayor a los dos mil habitantes. Prontamente envía un telegrama al estado de Washington, solicitando un millón de dosis del suero antitoxina diftérica al Servicio de Salud Pública, luego de la muerte confirmada de cuatro niños y la falta de suero en la localidad, habiendo utilizado dosis vencidas en el hospital local de Maynard Columbus que lejos de salvar la vida, habría provocado la muerte de una niña de siete años al no cumplirse los resultados esperados.
El duro invierno de la región con temperaturas menores a los -40 grados C hizo imposible el envío de la antitoxina desde la ciudad de Anchorage, lugar donde habría una gran cantidad de dosis con capacidad de salvar a toda la población infantil y adulta mayor infectada.    
El puerto de la península de Seward en el mar de Bering se encontraba cerrado a estas fechas dado el extremo congelamiento de las aguas del mar, no siendo los vuelos en aeroplano una posible alternativa    por lo peligroso de la travesía en aquellas condiciones climáticas.
Por todas las razones anteriores, las autoridades decidieron que la única posibilidad dada la persistencia del clima extremo y el corto tiempo disponible era enviar de Anchorage a Nenana por ferrocarril los tubos de suero envueltos en algodones dentro de cilindros metálicos, y de allí a Nome, la localidad afectada en una frenética travesía con los especialmente entrenados perros tira trineos, los cuales están entrenados para estos menesteres.
La distancia por atravesar eran 1000 Km, para lo que fueron enviados 20 mushers o guías de trineos con una cantidad de más de 100 perros huskies en su mayoría. Apostados en diferentes puntos del camino bajo el sistema de relevos.
Este trayecto normalmente demora 25 días, bajo buenas condiciones, pero los perros y los conductores sólo tenían unos seis días para llevar la medicina a Nome.
El primer contingente salió el 27 de enero con una temperatura de alrededor de los – 40 grados C bajo cero.
Todos los relevos afirmaron experimentar fuertes vientos que los volteaban y los hacían caer y desistir. Atravesando hielos quebradizos y resbaladizos, aguas congeladas, soportando el esfuerzo y el cansancio extremo. Atravesando montañas, tundras y bosques de píceas.  
Fueron varios los guías y perros que perecieron a lo largo del difícil camino.
Leonhard Seppala y su increíble equipo de perros lograron recibir el transporte a mitad del camino y luego se dirigieron hacia Nome junto con la preciada carga, guiados por uno de sus mejores perros, el valiente “Togo” pasando por tormentas de nieve y bloques traicioneros de hielo. 
La última etapa, y la considerada más difícil fue manejada por el asistente de Seppala, Gunnar Kaasen.
Kaasen fue el encargado de llevar el contenedor de serum de 10 kg hasta Nome en la última parte, donde los habitantes estaban esperándolo a los límites de la desesperación.
  Kaasen no tenía un perro adecuado para liderar el último trayecto arriesgado. 
Presionado por la situación Gunnar decidió usar al perro Balto para liderar el grupo  
Balto no tenía experiencia en liderar bajo esas circunstancias peligrosas, pero Kaasen terminó confiando en él.
 El último trayecto fue igual de peligroso e impredecible, como estaba estimado. 
El viaje continuó en una oscuridad profunda bajo tormentas de nieve con temperaturas en permanente descenso y vientos de hasta 70 km por hora.   Balto logró mantener gracias a su instinto y persistencia el curso correcto, a pesar de que Kaasen ni podía ver su propia mano delante de sí por toda la nieve que caía, según sus declaraciones.
Afirmó: - Todo era un caos de ventisca y desolación. Si acaso la nieve amainaba la niebla cubría su sitio.
No había paisaje, la tierra y el cielo estaban unidos por una cortina de niebla y atrás de la niebla más niebla.
La luz era la fuga de la sombra y la sombra el refugio de la luz.  Instantes eternos, largos y penosos que no llegaron a truncar el cometido.
Finalmente, el pasado 2 de febrero a las dos de la mañana en un tiempo récord de 5.5 días el trineo con la antitoxina llegó finalmente a Nome gracias a la persistencia de Kaaseen y al instinto de Balto.
La bienvenida y acogida del grupo no tiene parangón.  
Balto y los conductores de trineo son ovacionados por millones (incluso el presidente Calvin Coolidge) su viaje ya es famoso y vituperado por todos EE. UULo demás es historia.



Paulina, cierra el periódico y lo deja a un lado de la bandeja, mientras sus ojos se cubren de lágrimas amargas.
Afuera Gloria y Jorge están con la nana quien les canta mientras les da de comer.
No hubo Balto ni trineos que le trajeran la antitoxina a su Julián.  Hasta hace 3 años no había cura.
Mucho le rezó a la virgen para que lo salvara, pero no pudo ser.
Milagrosamente Gloria ni siquiera se contagió, aunque pasó horas al lado de Julián estando este ya infectado.
-Mamita, mamita, me duele aquí- le decía, tocándose la garganta, con aquella vocecita angelical y débil. Sus ojitos entrecerrados y enrojecidos por la fiebre.
 Ella le acariciaba la frente, cubriéndolo con toallitas de agua fría para bajarle la fiebre mientras lo besaba tiernamente.
Y Paulina no podía hacer nada… los vio, cuando el doctor cerraba su maletín y hablaba con Ramón y su madre, la abuela del niño, moviendo la cabeza de un lado a otro con evidente desasosiego y tristeza.
Y ella se desesperaba y sus hermanas la sostenían a un lado de la camita tratando de calmarla.
Las últimas horas, más de 48 sin dormir, sin comer, sin vivir. Finalmente, Balbina, la hermana mayor la convenció por la madrugada, antes de salir el sol para que fuera a la cocina a beber un vaso de leche como pretexto.
Se daban cuenta que mientras ella estuviera en el cuarto no dejaría que el niño muriera en paz.
Fue salir del cuarto que el niño pudo expirar. 
Luego, los gritos de desesperación y dolor se oían desde la calle, mientras Paulina se tiraba al piso.
No hubo héroes en su fin, tan solo dolor.


lunes, 1 de enero de 2018

Los reyes magos de los niños pobres.


Hay niños en mi escuela que tienen las zapatillas siempre limpias y sin agujeros, los útiles escolares en perfectas condiciones y cuanta golosina y papitas se les ocurra comer, mientras no les de dolor de panza.
Desde que tengo memoria, todo lo que he tenido ha sido usado, venga de mis hermanos o primos, o de los hijos de la patrona de mi mamá.
Cuando llega el día reyes, así como están los ricos y estamos los pobres, siempre di por sentado que había reyes para los niños más ricos y otros para los niños más pobres como nosotros.
Siempre fue inútil pedir por un super pantera man, o un tranformer robot o un prisma car cuarta generación, mucho menos por una Tablet con todos los juegos que soñaría jugar, como muestran las propagandas de la TV un mes antes del día de reyes.  Todos esos juguetes son para los niños ricos como los hijos de la señora donde trabaja mi mamá o los de una escuela a pocas cuadras de la mía donde los niños van en uniformes muy limpios, bajando de los buses escolares o en los autos donde los traen sus papás. A ellos les llegan los reyes ricos, aquellos que salen en la TV y se llaman Melchor, Gaspar y Baltazar. Tienen largas barbas, son muy altos y corpulentos y usan turbantes y coronas de oro y piedras, así como en las películas. Visten ropas bordadas que llegan hasta el suelo y sus zapatos son puntiagudos y dorados.  
En mis últimos largos cinco años de vida, por más que deseara los juguetes que veo por la tarde en la TV entre caricatura y caricatura; llegado el 6 de enero y por más que les dejara a los reyes un pedazo de pan fresco y pasto para los camellos que había sacado de un baldío a una cuadra de casa, lo único que recibíamos mis hermanos y yo eran calcetines, o chocolatines con sorpresa o calendarios de equipos de football que ni conocíamos.  A mi hermanita le llegó una muñeca una vez, la pobre estaba despeinada, tenía sus ropitas gastadas y si supuestamente tenía que hablar estaba muda, ya que el botón que se apretaba para que hablara estaba roto, para mí que en la repartición se les cayó a los reyes de la bolsa y el camello la pisó. Igual a mi hermanita le gustó y dormía con ella, pero más le hubiera gustado la Barbie de pelo largo y ropa de domingo.
Fue mi mamá un día que nos dijo que había dos tipos de reyes, uno para los niños ricos y otros para los pobres, como yo lo suponía. Ella nos lo dijo para que no nos hiciéramos grandes ilusiones el próximo día de reyes en recibir los regalos que a nosotros nos gustaría tener.
Hasta que un día, pasados mis seis años como tengo ahora, no solo supe de ellos por lo que decía mi mamá o por lo que yo imaginaba, sino que los vi.
 Así como está Melchor, Gaspar y Baltazar que llevan el atuendo que les explique antes, está el Beto, el Cacho y el Rata, que son muy flacos, visten gorra con visera, no son viejos como los reyes tradicionales, no salen en la TV. Tampoco creo sean reyes, trabajan de incognito, y en mi barrio nadie los quiere, pero son los que traen sorpresas a los niños como nosotros, los pobres.  
Lo descubrí la noche del 5 de enero pasado. Estábamos todos durmiendo cuando un estruendo en la puerta del fondo me despertó a mi solito. Fue un correteo y un golpear de tachos de basura por el callejón de la puerta de atrás.
Primero me asusté y espié lo que pasaba moviendo un poco la cortina de la puerta que da al fondo, y allí los vi clarito, ya que un rayo de luna les daba de lleno en la cara.  ¡Eran sin duda ellos tres, entre los tachos de basura del fondo!  Algo dejaron allí y salieron corriendo rumbo a la avenida. No paso ni un minuto cuando oí la sirena de la policía trinando por la avenida, tiros, gritos, pero eso siempre pasa, ya estamos acostumbrados en mi barrio a esas cosas.  
Pasados unos minutos, salí a ver que había entre los tachos del fondo por donde los reyes de los pobres habían estado un momento antes. Una profunda emoción me atrapó al ver una caja muy grande y pesada que a empujones entre en la casa. Prendí la luz de la cocina y despacito la abrí.
En ella había tres Tablet, dos celulares, dos relojes, varias bolsitas de auriculares, una cámara de fotos, un sobre con dinero, dos amplificadores sin cable, dos autos de control remoto y una cajita de música con una muñeca de falda de tul, esa para mi hermanita de seguro. Todo lo demás para mis hermanitos mi mamá y para mí.
Llamé a gritos a todos. Mi mamá fue la primera en venir quien atónita vio los regalos que yo había desparramado por el piso de la cocina.   Mis hermanos llegaron corriendo a ver que pasaba. Al ver los regalos, todos saltaban de alegría mientras tomaban los regalos y gritaban ¡llegaron los reyes, llegaron los reyes!
Algo les pasó a los reyes de mi barrio, ya que luego de aquella noche no volví a ver al Beto, al Cacho y al Rata nunca más. Mi mamá me dijo que se fueron al cielo y que no regresaran más.

Talvez el año próximo venga Melchor Gaspar y Baltazar o manden a otros reyes a reemplazar los reyes de los pobres que se fueron al cielo en alguna otra misión.  

domingo, 10 de diciembre de 2017

El pato


Julio 2001-
¡Estos niños, siempre tan inquietos y pedigüeños!
Particularmente en tiempo de vacaciones y visitando a los tíos, todo les entusiasma y les llama la atención.
Sus tíos no dejan de atender todos sus antojos. Aunque entiendo, esto pasa porque no los ven seguido y cuando los visitamos la intensión es complacerlos y mimarlos.
Todo comenzó con la idea de visitar el mercado aquel sábado de mañana.
 Habíamos llegado la noche anterior desde Los Ángeles.
El día era esplendido y diáfano, el cielo azul sin nubes, propicio para una buena caminata al aire libre entre las históricas calles de nuestro pueblo natal.
Los niños saltaban felices entre los adoquines, cuesta arriba de la calle que llevaba al centro.
Muchos vecinos rumbeaban en la misma dirección, todos se saludaban y parecían entusiasmados y ansiosos de llegar a hacer las compras, rutina de cada sábado en el pueblo.
Llegando a la calle donde se encontraba el mercado al aire libre, todos los sentidos se abrían a los colores, sabores, olores, texturas y las voces de los feriantes que sin más ni más vociferaban a toda voz sus mercancías.
Frutas maduras de la estación, mangos, plátanos, papayas, jícama, guayabas, sandias, así como todo tipo de verduras de la estación jitomates, calabazas, cebollas, gran variedad de chiles frescos, traídos desde diferentes regiones; chipotle, serrano, pasilla, habanero y sabrá Dios cuanto más.
Entre ropas típicas, comidas caseras, utensilios de cocina, artesanías y cerámicas llegamos al sector de los animales domésticos.
Los niños quedaron atrapados bajo el encanto de esta sección.
Conejos, pollitos y cabras.
Loros, codornices, gallinas y gallos.
Patos… los niños quedaron prendados de uno pequeño y vivaracho que los seguía por la jaula al tiempo que ellos se movían de un lado al otro.
- ¿Mamá, me lo compras?  Mira que chiquito y bonito es. ¿sí? – Pidió Cristóbal, el más pequeño.
- ¿Cómo te lo he de comprar, si estamos acá de vacaciones? Más luego tendremos que regresar a casa en avión. ¡Imposible!
Allí fue que intervino, mi hermano, el consentidor… - Yo se lo regalo hermana, y lo dejas en casa, lo pondré en el fondo con las gallinas y el año que viene cuando regresen el niño lo vera nuevamente ya convertido en un pato grande.
Entre mi hermano, mi cuñada y los ecuincles que no paraban de pedir, no pude decir que no, así que sin muchas opciones pusieron al patito en una pequeña caja de cartón y con las provisiones ya adquiridas en el mercado regresamos a almorzar a la casa.
Las próximas semanas fue una inseparable amistad entre Cristóbal y Nicolás, mis hijos, y el pato Patin, al que así apodaron.
No había lugar al que no lo llevaran.  A la casa de los otros familiares, a la plaza, a los lugares históricos, a lo de los amigos de mi hermano, de paseo al rio, días de lluvia o de sol.
En la casa de mi hermano, adentro o en el fondo, siempre estaban jugando con el dichoso patito.
Con una caja de madera, que un vecino les dio, fabricaron la casita del pato.  La pintaron con tempera roja y verde y con palitos pegados le inventaron las ventanas. Al frente de la caja, en grandes letras de imprenta de color amarillo escribieron “Patin”.
Los días se fueron pasando rápidamente y las vacaciones llegaron a su fin.
El momento de despedirse de la familia y del pato llegaba, así como la angustia y tragedia que esto acarreaba en el corazón de Cristóbal y Nicolás, entre lágrimas y suspiros ahogados.
Tomamos el vuelo de regreso a casa en la temprana tarde de un día caluroso y bajo una persistente lluvia.
Los niños quisieron vestir sus chamarras a pesar del calor ya que no las querían llevar en la mano para que no les incomodara y porque no tenían lugar en sus mochilas.
Llegando a Los Ángeles, pasamos inmigraciones y aduanas sin ningún inconveniente y rápido tomamos nuestras maletas del carrusel del desembarque.
Muy por el contrario de lo que yo pensaba, al llegar a casa, los vi contentos y animados, cosa que me llamo la atención luego de la angustiosa despedida.
Estaba en la cocina enjuagando unos trastes, cuando me pareció que la mente me estaba jugando una broma, al oír el graznido del pato. 
Me sequé las manos muy rápido dirigiéndome a la sala, cuando para mi sorpresa me encontré a Cristóbal y Nicolás muertos de la risa, sentados en el piso con el pato entre ellos.
Me contaron que se lo habían metido dentro de la chamarra de Nicolás y viajaron con el todo el tiempo, sacándolo de a ratitos cuando iban al baño en el avión. ¡Quedé muda ante semejante sorpresa!

Como se imaginarán, con el tiempo el dichoso patito creció y resultó no ser un “pato” sino un “ganso” protector de la casa y siempre amigo de mis traviesos hijos. 

domingo, 9 de abril de 2017

LAS HERMANAS GEMELAS




Conocía a estas hermanas de toda la vida. 
Si bien eran dos gotas de agua en lo físico, sus personalidades eran bien distintas.
La una sumisa casi tímida y hasta a veces perezosa, parecía estar siempre a las órdenes de la otra que siempre tomaba la iniciativa.
A simple vista parecía ser vanidosa, por todos los anillos que le gustaba usar, así como algo cómoda y laxa, ya que derivaba la mayoría de las obligaciones en su otra hermana, que parecía abarcar todo sin problema alguno. 
Opuestamente, la otra era bien emprendedora. No le asustaba el trabajo duro. Incansable, gustaba de ser la protagonista de todo evento, empujando a su hermana tímida a la par, aunque esta no la siguiera de manera estelar. 
Un día la hermana emprendedora y activa, se enfermó gravemente; volviéndose inerte, revolcándose en un inesperado dolor.
Poco a poco la otra hermana comenzó a hacerse cargo de todas las tareas habituales que la hermana, otrora posesiva y brillante, no podía ocuparse por su condición de enferma.
Le costó mucho al principio habituarse a tanto trabajo, no estaba acostumbrada y las cosas no le salían muy bien, pero por amor y viendo a su hermana tan enferma supero obstáculos y trato de cumplir a como diera lugar con todas las obligaciones a las que debía enfrentarse, tratando de salir lo más airosamente posible de cada situación.
En las horas de descanso se acercaba a su hermana enferma, abatida ante aquel sufrimiento la acariciaba compasivamente, susurrándole palabras de aliento.
Poco a poco y con esmerado cuidado y descanso la hermana enferma fue sanando progresivamente, hasta curarse y volver a sus tareas cotidianas.

Estas hermanas que tanto conozco son Bendita derecha y Divina izquierda mis únicas y amadas manos. 

domingo, 29 de marzo de 2015

SORPRESA INESPERADA

Era la mañana  de un soleado sábado de abril. Todo estaba casi listo para la boda de Marina y Santiago a celebrarse aquella misma  noche.
Federico, el papá de Marina, daba todo por complacer a su única hija.
Desde niña, aquella muchachita fue la luz de sus ojos.  ¿Qué muñeca, o  juguete  que ella quería, no se la regalaba? aunque aun  faltaran varios meses para su cumpleaños.
Clases de ballet, patinaje sobre hielo, esgrima y equitación fueron habituales a lo largo de su infancia, así como una esmerada educación en un prestigioso colegio privado, aunque fuera un esfuerzo mantener las mensualidades en el club, o comprar los equipos que la chica necesitaba, siendo que Federico era un simple empleado bancario.
Cualquier esfuerzo  valía la pena con tal  de mantener a Marina contenta y entusiasmada.
Ir al circo o a la calesita, ver la ultima película de Disney, visitar el parque de diversiones o ir a comer al centro, entre otras cosas, eran actividades  que Federico disfrutaba con su hija al menos un  fin de semana al mes.
También gustaban de rentar videos y comer palomitas hasta tarde en la noche, una vez ya dormida, la alzaba y la llevaba  en brazos a la cama, luego la arropaba , y le daba un beso quitándole un mechón del flequillo de la cara.  Esa era la felicidad completa para aquel hombre sencillo.
Un beso pegajoso de caramelos y una sonrisa cómplice de aquella niña era la única  remuneración  que Federico pretendía a cambio de tantos gustos y caprichos.
Disfrutaba tanto mirarla  jugar en el patio con sus amiguitas a las hadas y princesas, tomando el té entre vestidos de tul rosa, sombreros de fantasía y los zapatos de tacones prestados del ropero de la mamá.
La adolescencia,  continuo luego de la niñez así como el verano continua luego de la primavera.
Como a todas las chicas de su edad era la  ropa, zapatos, CD y maquillaje  lo que a Marina más le gustaba y allí estaba el padre para complacer todos sus caprichos,  acompañándola a ella y sus amigas al centro comercial donde  las esperaba por horas mientras el tomaba café y leía el diario .
- La malcrías mucho-  decía la mamá.
-Ya sé, ya sé.- contestaba Federico, pensando en que  nueva sorpresa le daría a su hija.
 Marina, muy buena chica, como por costumbre y sin mucho esfuerzo lo terminaba comprando con un beso, y a pesar de ser tan mimada nunca fue majadera ni  presumida.
 En la escuela no salió abanderada pero sus calificaciones siempre fueron buenas, en parte gracias a Federico que la hacia repasar pacientemente las lecciones hasta tarde o la ayudaba con  matemáticas, que para eso el si era muy bueno.
Llegó el tiempo de la universidad y Marina no muy segura de lo que quería estudiar comenzó algo básico hasta que un par de años después se decidió por  administración de empresas.
Si bien  tuvo un noviecito acá y otro allá, nada fue realmente serio, hasta que un día conoció a Santiago, en la clase de estadísticas comerciales. El era algunos años mayor que ella, lo cual lo hacia maduro y centrado.
Desde el principio hubo una química muy fuerte entre ambos y al cabo de un año de noviazgo se fueron a vivir juntos.
Federico, al principio no estaba muy de acuerdo con la decisión de Marina y éste muchacho,  pero como siempre,  ella lo convenció con su sonrisa compradora junto a palabras persuasivas  y el padre terminó cediendo y aceptando  a Santiago como yerno oficial.
Pasados unos  meses invirtió el dinero ahorrado por  años en un departamento para  la nueva pareja , sorprendiéndolos con las llaves una noche de cena familiar. 
Ella como cada vez que su papá le cumplía un antojo,  lo abrazó y lo llenó de besos. 
La idea de casarse la tomaron cuando  Marina quedó embarazada.
Inmensa fue la alegría que colmó a los abuelos ésta deliciosa noticia. En sus corazones no había lugar para más dicha posible.
El casamiento seria en un mes y había mucho para hacer y poco tiempo por delante.
Por más sencilla que fuera la ceremonia y la fiesta, Federico quería agasajar a su hija con lo mejor en este día tan especial.
La invitaciones estuvieron listas en una semana.
Una de las primeras invitadas fue la mamá de Santiago quien vivía en el extranjero, desde hacia varios años con una nueva pareja  y llegaría justo a tiempo para la boda, apenas horas antes de la ceremonia.
Santiago y Marina fueron la mañana del sábado a recogerla al aeropuerto, llevándola directamente a lo de los padres de la novia   Un almuerzo de bienvenida para así conocerse.
Santiago hacia  mucho tiempo  que no veía a su madre. El reencuentro en el aeropuerto fue muy emotivo.
Cuando Federico vio a su consuegra en el hall de su casa el corazón le dio un vuelco.
Más aún con la reacción de la señora, madre de Santiago, quien miró atónita a Federico y luego volteo a  ver  la mano de su hijo acariciando tiernamente el vientre redondito de su mujer. Todo se volvió negro en un segundo, desmayándose  ante el estupor de  los que allí estaban.
Menos Federico que comprendió...la cruel realidad.
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Ya casi llegaba diciembre y faltaban días para terminar la secundaria, el verano prometía ser increíble. 
Respiraba libertad, ante el inminente viaje al sur de mochilero con sus amigos.
Ensimismado en esos pensamientos estaba cuando sonó el teléfono. Era  Cata  quien le  pidió que se vieran en la heladería de la esquina de su casa.
El tomó las llaves y camino tres cuadras para esperarla sentado en el banco de la calle.
La noticia de que su novia estaba preñada lo dejó sin habla. Sus 18 años eran muy pocos para tanta responsabilidad.
Cata  leyó el desasosiego en los ojos de él, y por los de ella corrieron lagrimas de desamor. Ella lo amaba y allí mismo comprendió que el no.
Pasó una semana y  Federico tomó el tren al sur con sus amigos sin despedirse. 
Regreso los primeros días de Febrero, aquella  misma tarde fue a golpear la puerta de Cata, sin saber  bien que le diría, pero unos pintores le abrieron y dijeron que la familia que allí vivía se acaba de  mudar una semana atrás, sin saber a donde.
Federico preguntó por ella en la heladería, a la vecina, a las compañeras de quinto año, pero nadie supo   decirle donde estaba.
Hasta esa mañana que volvió a verla en el  hall de su casa.

sábado, 4 de octubre de 2014

La casa de los abuelos.

La casa de mis abuelos es un reino neutral que compartimos mis hermanos, mis primos y yo.
Una fortaleza de dos plantas con penates en las murallas exteriores, un garaje para el carruaje del abuelo, lleno de frascos misteriosos, herramientas y bártulos bien acomodados.
Hay muchas habitaciones, con libros, computadoras, muebles, cuadros y adornos antiquísimos. Estos cuartos guardan tesoros secretos que iremos descubriendo con el tiempo.
A la hora de jugar, dejamos de ser cada uno por que todo es para todos.
No se por que será , tal vez por que es mágica,  pero las horas en esa casa pasan volando  y  no me quiero ir por que allí lo paso muy bien. 
Al fondo, esta el patio con unos árboles inmensos. Antes había mas pajaritos, pero ahora desde que está el gatito hay menos.
El gato loco, agazapado, se esconde en las macetas y me asusta un poco, pero cuando está mi abuelo ya no me da miedo. Yo me agarro de sus piernas y me siento segura.
Con mi prima regamos las plantas con unas regadoras chiquitas que nos da la  abuela, también jugamos a las carreras de una punta a la otra del patio. 
Cuando los días están tibios, mi abuelo acomoda la mesa con las sillas y todos salimos a comer afuera.
En el verano  sacan la pileta olímpica de natación de lona y pasamos horas y horas jugando sin parar hasta que la boca se nos pone morada y la abuela nos hace salir y nos frota con la toalla para que se nos pase el frío.
 En un rincón de la cocina nos espera todo tipo de aventuras, entre princesas, bloques para armar, animalitos, masa, rompecabezas, muñequitos y tantas cosas más. Lo que no existe lo inventamos.
Son mis abuelos los que están siempre esperándome con su inagotable cariño y paciencia cuando mis papás no pueden estar por que trabajan, o tienen otras cosas para hacer.
Ellos me reciben con un abrazo de oso, me quitan la campera, me dan un montón de  besos, me preguntan como estoy y según la hora del día, me tienen los fideitos con salchichas preparados al mediodía o me invitan a tomar la leche con galletitas por la tarde.
Ellos me conocen muy bien. Siempre me consuelan cuando estoy triste. Mi abuela me acompaña al baño cuando me duele la panza, y después me da el queso que tanto me gusta.
A veces les pido cosas, que no siempre me las pueden dar, pero me explican por qué confortándome con  otra opción que me gusta más o haciéndome una promesa para más tarde que yo se  la  cumplirán, por que tienen palabra de honor.
Ellos me ayudan con los deberes, si no fuera por sus explicaciones, todo seria mas difícil en la escuela. Así puedo entender las cosas más rápido.
 Mi abuela teje  y cose muy bien, ella nos hace muchas cosas, como vestiditos, suéters, camperas y disfraces. Ojala cuando sea más grande me enseñe a tejer y cocer como solo ella lo sabe hacer.
Gracias abuelos por que la vida con ustedes es hermosa.
Aun no lo sé, pero es la ley de la vida, todos creceremos e iremos cambiando.
Descubriremos  que afuera de las murallas de los penates hay otro mundo, a veces inseguro a veces amargo, pero su amor nos acompañará y nos fortalecerá para poder afrontar la vida con más fuerza y seguridad y ser quien somos gracias a ustedes y a nuestros padres.
Tan solo pensar en ustedes nos dibujará siempre una sonrisa en la boca.


domingo, 18 de mayo de 2014

Compañía

Reconozco que  otro en mi lugar hubiera sentido miedo. Yo encontré una explicación lógica a cada uno de los acontecimientos.
Como cuando por el rabillo del ojo vislumbré en un rincón una figura humana y al regresar la vista  no había nada. -Me habrá parecido- pensé.
O cuando el perro se paró frente al sillón vacío moviendo la cola , mirando atentamente  y por largo rato el espacio que ocupaba su total atención. - Perro loco- le dije...
Otro día, mirando la TV sentía pequeños tironcitos de pelo. -Serán las hebillas que me aprietan la cabeza- me decía,  mientras las sacaba.
Justo a las 12 del medio día,  vi una clara frontal sombra humana proyectada en la pared del patio;  un gorrión distraído se posaba  en el hombro de la sombra. Parpadeé y el gorrión salió volando. Una curiosa ilusión óptica, no traía mis lentes.
El calor de la noche, me hizo pegarle una patada al cobertor, dejando mi pie a la intemperie.  Algo suave rozo mi pierna. -La cola del perro que  justo se paró a un lado de la cama, es lo que pasó por mi mente.
La olla de sopa que estaba hirviendo  en una hornalla y que al regresar del baño estaba sobre otra hornalla, apagada. - ¡ Qué distraída estoy !- dije en vos alta.
Regresando de trabajar, caminaba cuesta arriba rumbo a mi edificio y vi todas las luces de  mi departamento encendidas. Al llegar todo estaba apagado. -Seguro fue el departamento del vecino de abajo- afirmé con vehemencia.
Aquella noche, lave los platos, le di de comer al perro, cerré la puerta con cerrojo y me fui a dormir. Entre sueños sentí ruidos; al despertar la puerta del departamento estaba abierta de par en par. Seguramente con el cansancio cerré mal, y una corriente de viento la abrió.
Ésta mañana  preparé el café con leche, como había de más, sin pensarlo siquiera,  serví una segunda taza, que dejé  en la mesa de la cocina junto a mi anotador de la lista de compras  semanales.
Al regresar por la noche la taza estaba vacía, una nota escrita con letra temblorosa decía
-¡gracias!-
Otro en mi lugar hubiera sentido miedo. Yo encontré una explicación lógica a cada uno de los acontecimientos anteriores, menos a éste. ¿ Tendré que asustarme?