sábado, 25 de diciembre de 2010

El sismo, 8.1 en la escala

Corazoncito Tirano A donde quiera que voy me acuerdo de ti. A donde quiera que voy te estoy mirando.
El viento me trae tu voz.
no hay música que oiga yo
que no me deje llorando
¿que tierra pisando estas?
¿que estrellas te alumbraran ?
tu camino bueno o malo,
¿que boca borrando esta?
los besos que yo te di
corazoncito tirano.
A donde quiera que voy me acuerdo de ti,
mi alma se muere por ir juntito a tu alma
el mar sin agua no es mar
el sol sin luz nunca es sol
y yo sin ti no soy nada. Cuco Sánchez.
Hace horas que he estado gritando, y hace horas que he estado llorando incansablemente, envuelta en el miedo y la sorpresa inicial, luego me he dormido, y ahorita hace horas que estoy en silencio sin escuchar nada ni a nadie.
Al principio me pareció escuchar gritos a lo lejos que luego con las horas se apagaron como el mío.
Creo que de momento perdí la conciencia cuando tanta cosa se me cayó encima y me golpeo.
Todo fue muy sorpresivo esta mañana del 19 de Septiembre. No eran todavía las 7:30 de la mañana cuando el edificio entero comenzó a moverse en todas las direcciones, como que estuviera en una caja y un gigante nos estuviera sacudiendo.
Las paredes se rajaron, desmoronándose y un ruido de cristales rompiéndose se mezclo con un zumbido que parecía salir del interior de la tierra misma. No supe que hacer más que quedarme acurrucada en un rincón bajo la mesa, todo caía sin parar. No me dio tiempo para mas y así quede como estoy ahorita atrapada en este agujero oscuro aprisionada y lastimada.
Ocasionalmente escucho algo rodar, una gota caer, un crujido, mis quejidos y mi lenta respiración dentro de este hueco donde me siento como un ovillo de lana enredado y trato de entender que paso. Que está pasando allí afuera ¿dónde estoy? Será acaso esto una pesadilla de la que no podré despertar.
Estoy toda apachurrada, no me puedo ver por qué no hay luz, no sé qué hora es ni hace cuantas horas que estoy aquí. Me duele mi brazo, mi pierna, mi cabeza, mis manos mi espalda y empiezo a entender que el alma también duele. Me siento herida y mojada en una apestosa mezcla de sangre , orín y agua sucia.
Esta sed, esta pinche sed que me pasa por la garganta mezclada con el polvo y la falta de aire.
El aire que casi no llega a mi nariz y mucho menos a mis pulmones. Este espacio tan pequeño, tan incomodo, tan duro y esta presión sobre mi pierna que no para de oprimirme. Puedo mover mis dedos y creo que ahora valoro tanto el mover mis dedos, como nunca lo había valorado antes. Me viene a la mente la canción que dice “nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido”. Nunca pensé lo importante que sería el hacer cosas tan simples como el respirar, el mover los dedos o el parpadear.
¡ Cuantas cosas que tuve y ya no están! …Como a ti Pedro…cuanto te he echado de menos en todos estos años sin saber de ti. ¿Porque todo tuvo que ser así ?
Mis miedos, mis oscuros y peculiares miedos al hambre y a la miseria. A vivir en el mismo jacal de cuando era niña. No quería pasar mi vida comiendo tortillas, chile y sal, o lo que es peor con las tripas chiflándote en las entrañas a la hora de dormir.
A veces me he preguntado a quien temerán a lo que nosotros tememos, como el viejo asqueroso y sin dientes que sale de la sombra de la noche de alguna calle desolada, los ladrones que acechan tras las puertas, las sucias y repugnantes cucarachas que estaban en los cajones de muchos lugares inmundos donde he tenido que vivir.
Los miedos… esas incontrolables barreras que nos paralizan. Como el miedo que sentí cuando te fuiste y el mundo caía a mis pies así como se cayó este edificio y la incertidumbre de no saber qué hacer y estar sola, sola y lastimada como ahorita.
Siempre le temí a la pinche pobreza y las limitaciones, pero a la vez sin saber con certeza como, supe que saldría adelante, me superaría y que mi vida seria diferente a como fue la vida de mi familia entera.
Tan solo ese pensamiento me hizo fuerte para ir saltando los obstáculos y para tomar determinaciones muchas veces difíciles de tomar. Cuando elegía algo automáticamente estaba renunciando a otra cosa.
Aunque a veces la vida tomo decisiones por si misma valiéndole madre mi opinion.
Como tu abrupta partida o este fatídico terremoto que me tiene enterrada bajo el concreto de lo que fuera hasta esta mañana , un multifamiliar.
De mi infancia, tan solo recuerdo lo pobre que éramos… tenía como 7 años … aquella vez cuando llegaron esos misioneros gringos con aquel chistoso acento.
Para conseguir nuestra atención nos trajeron juguetes, y nos preguntamos ¿para que servían? Ya que no le encontrábamos la utilidad. Las muñecas eran tiesas y nos hacían acordar al rostro de la virgen del altar de la iglesia con sus ángeles regordetes y sus trajes de colores.
Los carritos nada tenían que ver con las viejas y rudimentarias carcachas desvencijadas que en ese tiempo rodaban por los escasos caminos del pueblo. Los niños no le encontramos sentido ni diversión a aquellos “juguetes” tan lejanos a nuestra cotidiana realidad.
Con los días, los gringos se cansaron de hablar de cosas que para los lugareños no tenían mayor sentido y de las discusiones territoriales por cuestiones del alma con el párroco del pueblo vecino.
Una mañana se largaron a buscar otro pueblo donde los niños fueran mas “civilizados” y supieran interpretar sus preciosos juguetes, así como algún día nuestros antepasados valoraron los preciosos espejitos que los colonizadores españoles trajeron a cambio del oro que les entregamos.
Aun siendo una chamaca fue que cansada de tanta miseria y viendo que un mundo mejor me esperaba allí afuera, decidí que me iría de todo aquello. De aquel rincón donde las oportunidades eran nulas, donde casi no había trabajo, donde no podía estudiar por que no había escuelas y para poder subsistir había que desmadrarse en las plantaciones todo el día por un plato de arroz y frijoles expuesto a las arbitrariedades del clima o a las pestes.
Sabia que todo era cuestión de tiempo y que algún día llegaría mi oportunidad para salirme de allí.
Tampoco quería pasar miseria en otro lado, siendo una gata mas en la capital, una arrastrada a la que miran con desprecio y lastima. Yo quería “ser alguien” .Yo quería dignidad para mi y para mi familia.
En mis fantasias de niña quería ser como la heroína de las telenovelas, la que de ser escuincle pobre y mensa pasa a ser niña lista y rica. Quería vivir en la ciudad, poder llegar a los lugares sin tener que caminar tanto, viajar en camión, taxi o carro y tener las cosas que nunca tuve, como mis propios zapatos y ropa; no lo heredado de mis primas, vecinas o hermanas lo cual siempre me llegaba gastado y roto.
Pensé de pronto en mi hermana Leonor ella también quería mejorar, y se fugo a otro pueblo cerca de la costa con un viejo que tenía un negocio. Con el tiempo se lleno de chamacos que la ataban mas y mas al pinche viejo que lejos de darle su lugar la molió a palos toda la vida gastando el poco de lana en tequila y pulque. Y ella como mensa al lado del cabron ocultando sus ojos morados y húmedos de lagrimas inspiradas por ese bueno para nada.
A mi hermana Isabel no le fue mucho mejor en Ciudad Juárez, donde fue a trabajar a una maquiladora.
Grandes promesas le hacia su comadre Lupe hablándole quien sabe cuánta babosada de las maquiladoras. ” qué si en tres años regresaría con lana para hacerle la casita requeté bonita a la jefa”, o que nos mandaría a buscar y nos conseguiría chamba a todas.
Al principio todo parecía ir bien, pero sus cartas decían que cada vez trabajaba mas y que ganaba menos. Las cartas y la feria que mandaba cada vez se fueron distanciando mas y mas hasta que un día no supimos mas de ella, como que la tierra y el trabajo se la hubieran tragado.
Cuantas veces vi llorar a mi madre en la cocina… Pensando en lo que habría sido de Isabel.
Mi mama tenia la esperanza de que Isabel se hubiera pasado al Norte y que tal vez estuviera en alguna ciudad de Tejas, pero ¿por que nunca escribió para avisarnos?
Yo le daba la razón para no ponerla más triste de lo que estaba, que si trabajaría mucho, que si se hubiera casado con un gringo y estaría arto ocupada. Trataba de crearle mil excusas para justificarla, pero la mera verdad es que el silencio es una garganta que traga todo y mata como el veneno.


He estado dormitando tantito, no sé cuánto y de pronto me desperté porque vi tu cara en mis sueños y me vino a la mente el día que te vi por primera vez. Fue un jueves , como hoy, hace varios años. Acaso , ¿lo recordaras aun?
Tu venias con tu tío en la troca prestada de Don Martín Iriarte, el dueño de la taqueria . Pasaste a mi lado por el camino pequeño paralelo a la carretera principal. Por entonces yo era una chamaquilla flacucha y tímida .
Desde lejos los vi acercarse por el camino de tierra roja y zig zagueante saltando dentro de la cabina al pasar por cada pozo. Cuando pasaron a mi lado vi a Don Pablo, tu tío, manejando y a ti a su lado, pero tu ni me miraste. Creo ibas atento al camino adivinando cual seria el próximo salto, procurando seguramente no caerte del asiento o dar de bruces contra el vidrio. Fueron segundos, que vi tu cara, bella y cansada cubierta del sudor de días de viaje desde Guerrero.
Allí me quede mirando la troca alejarse , salpicando el agua de cada charco que la lluvia dejara aquella tarde. Al verte pude presentir que algo pasaría entre nosotros y que lo que siempre había esperado estaba mas cercano a suceder.

Llega a mí el recuerdo de alguien tan cercano pero a la vez lejano…Mi padre, mucho no lo recuerdo, creo tenía 4 años cuando se fue de casa, mis hermanas tal vez lo recordaban algo mas por ser mayores.
Algún viejo retrato detrás de algún mueble. Un señor de espesos bigotes y sombrero.
Parecía haber salido del ejército revolucionario de Don Pancho Villa. El también se fue al Norte como muchos otros en el pueblo. Seguramente como todos, se marcho ante la promesa de una vida mejor, de un futuro más prometedor.
Híjole, de él sí que no nos quedaron rastros, con el tiempo se borraron sus olores, su ropa y sus recuerdos.
Ya mas crecidita me entere por los rincones  lo que nadie se animo a decirme de frente, tal vez pensaban que las escuincles no entienden nada y son mensas de principio a fin. Tengo memoria de mis tías cuchicheando en la cocina y las vecinas en la calle, diciendo que mi papa ya se había hecho de otra familia en no sé qué ciudad de los Estados Unidos y que jamás volvería con nosotras. Creo que entonces me dolía que dijeran eso, yo también quería tener un papa y el saber que el mío no volvería me hacia sentir abandonada y traicionada por alguien a quien no conocía pero sabia que me pertenecía
 
Lo poco que de el recuerdo es por lo que mi madre y mis hermanas en descuidadas ocasiones contaban, como lo que le gustaba comer, “ El chato”, su fiel perro yucateco, y su colección de balas usadas. Esto ultimo fue de lo poco que de el quedo en la casa, perdido en una caja de lata en el gallinero
Creo que mi madre se fue secando de a poco después de su partida. Desde el momento que el partió, ella ya sabía que no regresaría mas.
Se casaron muy jóvenes y no sé si alguna vez se amaron. Fue duro para ella enfrentar la vida y los hijos sola. Arañar el pan de donde fuera para poder sobrevivir. Cuando pienso en mi madre, aunque en ese tiempo  en edad ella era joven aun; tenía un alma de siglos, un peso tremendo que lo cargaba en el corazón y las manos. Siempre me pregunte cuales serian sus anhelos, cuales sus ilusiones.
Taciturna y melancólica, atada a sus recuerdos y sus pensamientos, callada y ocupada en sus tareas.

Estando aquí tan sola, tan dolorida con tanto miedo … pienso en ella y quiero escuchar sus palabras de aliento. ¿Donde esta mamita? Sabrá en estos momentos lo que ha pasado en el D F ¿ Estará pensando en mi?

Mama…como tantos otros yo también salí de su vida para no regresar dejando otro rincón vacío en la casa. Su mamacita que murió cuando ella era aun muy joven. Papa, Isabel, Leonor, varias de sus hermanas y finalmente yo. Todos nos fuimos muy lejos. Aunque yo siempre trate de mantenerme en contacto con ella, entre otras cosas porque en definitiva no perdía las esperanzas de saber de ti, Pedro, a través de mi madre.


Y esta sed que no se va y no me deja tragar, esta presión en el brazo y la pierna, este aire oscuro e inmundo que me ahoga . Estoy acalambrada de estar en la misma posición hace horas, semanas, siglos.
Tengo la cabeza apoyada en una almohada de concreto deshecho y casi no la puedo levantar porque mi frente golpea contra algo que esta arriba mío que no se que es . Tal vez sea la parte de arriba de lo que fue la mesa de la cocina .
Sigo moviendo mis dedos que tocan polvo y pedregullo . No puedo mover los brazos ni las piernas.
Estas piedras, escombros, ladrillos, vidrios. No sé que es por qué estoy inmovilizada y en completa oscuridad pero se clavan en mi piel como espinas de rosas.

¡ Rosas!, Pedro, ¡ las rosas blancas que le llevaba a la virgencita el domingo que te vi en la iglesia!
Eran las fiestas de la Purísima Concepción y en la iglesia no entraba un alfiler mas y la gente amontonada afuera esperando entrar.
Aquella fue la segunda vez que te vi. Esta vez tu me viste a mi primero. Yo llevaba mi único huipil bordado de domingo. Cargando las rosas que me había dado la madrina Lucha para dejar a los pies de la Virgen . Estaba con mi madre y mis dos hermanas. Me persigne, me arrodille, deje las rosas que me habían lastimado y hecho sangrar un par de dedos . Sin saber di vuelta la cabeza a un costado por que sentí que alguien con la mirada me estaba llamando.
Allí estabas tú, el mismo muchacho que hacía unos días había visto por el camino. Me mirabas insistentemente sentado atrás , al lado de tu tío Don Pablo en los bancos del centro.

Cuando te mire, ni disimulaste, me seguiste viendo con esa impertinencia, y descaro que siempre te caracterizaron. Yo no, yo baje la mirada con algo de pena y me fui a sentar al lado de mi hermana Leonor mientras me lamia los dedos sangrantes por las espinas de las rosas.
Más poderosa que mi pena era mi curiosidad yo quería verte y con un pretexto , la tos persistente de alguie, me di vuelta y allí seguías mirándome con esa sonrisa encantadora.
Al salir te busque en el vendaval de gente arremolinándose en el atrio. Mas no podía con ellos. La muchedumbre me empujaba para afuera. Perdí de vista a mis hermanas y a mi madre. El gentío me arrojo a la calle y a la plaza atiborrada de puestos de antojitos, dulces, flores, frutas, música y cuanta cosa más . Comencé a caminar, perdiéndome aun mas entre las gentes alegres. Allí sentí que alguien me tomo por sorpresa de la mano y me pregunto susurrando casi en mi oído; ¿cómo te llamas bonita?
Los colores me subieron a la cara de muchacha inocente y pueblerina.
¿Soy Teresa y Ud.?
-Soy Pedro y no me digas de Ud. que soy tan joven como tu , vente a comer unos dulces conmigo, ¿no?-
Y platicabas y platicabas y yo no paraba de mirarte y mirarte como lo más lindo que puedas encontrar en un escaparate de las tiendas del centro.
Compraste un refresco y lo compartimos, compraste un dulce, y me lo regalaste. Sentíamos como si nos conociéramos de toda la vida.
Entre muchas cosas me platicaste que venias de Guerrero, que tu papa te había mandado con su hermano mayor para que le hagas compañía y aprendas su oficio, porque tus primos, los hijos de Don Pablo se habían ido al Norte unos y al DF otros dejando al viejo solo.
Creo que lo que me decías lo había escuchado antes de alguna vecina, en los pueblos todo se sabe… yo ya sabía la historia, pero no me anime a decirlo, tan solo por escucharte hablar y no querer interrumpirte. Quería que ese momento fuese eterno, sentía como que nada a nuestro alrededor existía como que estábamos solos en aquella plaza rodeados de gente y música. Solo nosotros existíamos.
A partir de entonces solo queríamos estar juntos todo el tiempo haciéndonos inseparables . Con el pasar de los días y las semanas; el primer beso inocente y casi robado de a poco y sin quererlo desemboco en una vorágine de pasión que subía desbordadamente . Nos fuimos descubriendo, enseñando y aprendiendo lo que el amor alcanza por medio de la intuición, aquello que esta dentro de nosotros y que no lo sabemos hasta que un día junto al que amamos sale a la luz .
El aire se hacía irrespirable si tu no estabas, el silencio me ensordecía si no oía tu voz. Contigo la comida más simple se convertía en un manjar. Cuando estábamos juntos no parábamos de reírnos, los caminos que antes recorría a desgano y se hacían largos para hacer los recados que mi madre me encomendaba, ahora se me hacían cortos y amenos. Desaparecíamos por horas y nos perdíamos por los rincones, por los caminos, por los ríos, por la selva. El tiempo volaba cuando estábamos juntos.
Las tardes de domingo las pasábamos amándonos en tu casa con la ventana abierta de par en par escuchando y contemplando la lluvia caer entre el verde de los árboles, desnudos y acurrucados uno al lado del otro, apenas susurrándonos palabras al oído. La lluvia y tus palabras eran dulces melodías que me hacían reír y a veces hasta llorar de tanta felicidad . Esas tardes en la casa de la selva son imágenes que nunca olvidare porque nunca volví a sentir tanta felicidad y tranquilidad como entonces. No hay en el mundo nada que se compare a esos tiempos que viví contigo. Creo que el verde era más verde, el agua más sabrosa, las flores más bellas, la risa más amplia por que salía del corazón de ambos.
¡Todo era tan intenso ! que de tan solo pensarlo el corazón se me vuelve a entibiar.
Quisiera poder recordar cada una de las cosas que platicábamos en ese tiempo y cómo fue que se nos puso en la cabeza lo de irnos de Campeche. En esto mucho tuvo que ver tu tío.
Siempre fue muy grande tu admiración y respeto por tu Tío Pablo.
No dudabas al decirme que se comunicaba con la lluvia , el viento , el sol y las piedras. “El espíritu de la tierra” como el decía.
El preguntaba cosas y la tierra le respondía. No de una forma racional pero si intuitiva con símbolos y señales que tan solo él podía interpretar. Para otro aquello hubiera sido signo de locura y desatino pero muy lejos de verlo así tú te sentías su aprendiz . El no solo te enseñaba sobre su oficio de hacer sangrar los árboles de chicle o sembrar maíz y chile pero también su sensibilidad sobre lo que el espíritu de la naturaleza y los ancestros tenían para comunicar .
El viejo acostumbraba irse solo al monte y no regresar por horas.
El decía que en el monte encontraba “cosas” del pasado pudiendo ver y oír lo que otros no podían.
Su casa siempre fue un deposito de vasijas y piedras raras, esculturas rotas, pedazos de trapos, huesos y metales que el viejo atesoraba con mucho cuidado. Conocía las plantas y las flores de la selva con las cuales decía hacer pociones y ungüentos para curar males del cuerpo y del alma.
Había muchas historias que rumoreaba la gente de cuando Don Pablo era más joven , como la de aquella vez que paso desaparecido por casi cinco días. Sus hijos y mismo tu papa que aun vivía aquí salieron a buscarlo sin saber dónde o como lo encontrarían.
Días estuvieron por un sendero de la selva abriéndose paso a machetazos hasta que lo encontraron con la pierna rota, tirado en el fondo de una cueva. El dijo haberse perdido y resbalado hasta el fondo del pozo al lado de un río subterráneo con tanta suerte que no se rompió más que la pierna.

Nunca volvió a hablar de aquella aventura por muchos años hasta que una de aquellas noches donde tú y tu tío pasaban horas platicando te contó lo que paso en aquella occasion.
Fue uno de aquellos días que desde el amanecer se presiente que algo especial pasara.
Don Pablo salio desde tempranito a caminar por la selva, como tantas veces lo había hecho. Igual que siempre una energía intangible lo acompañaba, como si alguien estuviera a su lado y lo estuviera observando, no físicamente pero si con los ojos del alma.
En un momento sin saber ni cuando ni como vislumbro a la distancia y entre las plantas un jaguar parado sobre una roca. Imponente y manso a la vez. A medida que Don Pablo se acercaba, el jaguar se perdía en el follaje como que si fuera un jaguar de agua translucida.
Siguió tras el por un tiempo incontable, abriéndose paso por la selva con su machete, lento pero sin pausa, el jaguar llevaba el ritmo del Viejo . Don Pablo nunca lo perdió de vista , hasta que finalmente el jaguar, se paro en una piedra y en segundos pareció desvanecerse tan inesperadamente como apareció.

Llegando al lugar donde desapareciera el animal, Don Pablo casi sin aliento, advirtió que allí merito se encontraba la entrada a una cueva subterránea. Miro la piedra en donde el jaguar había desaparecido momentos atrás encontrando una llave de hierro pequeña, la cual guardo en su bolsa sin pensarlo mucho. Miro el fondo de la cueva, algo que parecía brillar en el fondo capto su atención y comenzó a bajar agarrándose de las piedras mohosas y las raíces de los árboles que estaban al alcance de su mano. Con cuidado de no resbalar fue descendiendo por el pasadizo, abrupto primero y mas suave después. Ya en el fondo, con la tenue luz que se colaba por entre los agujeros en el techo de la cueva, comenzó a caminar por lo que era un pequeño río subterráneo . El sonido grave de las gotas escurriéndose por las paredes de roca y su propio chapuceo del agua hasta los tobillos creaban un eco casi rítmico; así como el olor a humedad y tierra mojada invadiendo la caverna completa.
Así se paso, caminando largo rato y tratando de mantener el equilibrio con la ayuda de un palo que uso de bastón hasta llegar a un claro de arena que formaba el río terminando en un pequeño senote. Débiles rayos de sol entraban colándose por entre los huecos de la piedra del techo, rebotando en las raíces de los árboles que salían como grandes arañas de cristal con sus caprichosas formas alargadas.
El senote lucia turquesa y oro con la fina luz disparada desde el tope de la caverna rebotando sobre el agua .
En el otro extremo de la pequeña playa había una sola piedra medianamente grande. Acercándose, pudo ver un dibujo con un pequeño jaguar pintado de rojo sobre la piedra .
Inmediatamente se dio cuenta que su búsqueda había terminado , esa piedra guardaba la razón de por que el estaba allí. El jaguar lo había guiado y aquel dibujo se lo confirmaba.
Dio vuelta alrededor de la piedra para observarla, pensando en lo que haría, trato de moverla pero era demasiado pesada, así que consiguió palos para hacer palanca y coloco otras piedras por debajo para sostenerla mientras escarbaba en la arenilla. Finalmente dio con un espacio vacío por debajo donde encontró una pequeña caja de madera y metal que fue jalando despacito hasta poder sacarla por completo. Recordó la llave que había encontrado a la entrada, sacándola de la bolsa hizo dos giros a la izquierda abriendo el cerrojo y la tapa. Adentro había una bolsa de cuero reseco, con una leyenda que decía “Nuestra Señora del Juncal- 1631 “ . La bolsa contenía ocho monedas de oro español.
Su sorpresa fue grande, no sabia que pensar, ni tampoco había mucho tiempo…distaban varias horas de caminata hasta su casa y ya casi anochecía.
Tomo la bolsa de las monedas y se las ato por dentro del pantalón, volvió a poner la caja en el lugar donde estaba tapando el hueco y alejando los palos y piedras que uso antes. Aliso la arena con una rama , para dejar todo como estaba y se dispuso a salir por el mismo lugar por donde había entrado.
Estando ya cerca de la salida, en una de las partes mas resbalosas y empinadas, ya casi en penumbras escucho un chillido ensordecedor que salía desde adentro de la cueva. De repente miles de murciélagos en bandada fueron despedidos de la oscuridad hacia el exterior , pasando por el pasadizo donde el estaba parado. Así fue que perdió el equilibrio y cayó sin remedio al fondo, pasando toda la noche y el siguiente día sin poder moverse bebiendo agua del río . Al anochecer del siguiente día escucho los gritos de los suyos que lo llamaban y buscaban desde hacia horas.
Semanas estuvo para recuperarse y no fueron pocas las regañadas que se llevo por parte de sus hijos por haberse aventurado solo de esa manera , aunque el bien sabia que la experiencia se repetiría una vez que ya estuviera bien. El espíritu guía siempre lo cuidaba y aun faltaba mucho por aprender.
Poco a poco los hijos crecieron y se fueron marchando para formar su propia familia y un mejor porvenir, quedando el en plena libertad de hacer lo que quería hacer.
Nunca le contó a nadie la verdad de lo que paso aquel día que se perdió; tan solo te lo dijo a ti por que sabia que tu creías en él , lo admirabas y respetabas.
Una noche sin decir palabra se fue a dormir a la hora de siempre . Todo en su humilde cuartito quedo limpio y ordenado. Por la mañana te extraño no encontrarlo afuera del jacal encendiendo el fuego, o aprontando su machete para salir a la selva como era su costumbre . Todo estaba en silencio. Lo llamaste sin encontrar respuesta . Entraste al cuartito y allí estaba, tendido en la cama con su rostro lleno de paz durmiendo el sueño eterno. La habitación tenía un peculiar e intenso aroma de flores . Mariposas blancas revoloteaban en la ventana.


La rutina, la falta de futuro, y las ganas de salir adelante fueron los que nos hicieron tomar la decisión de irnos, era un secreto a voces tan solo era elegir un día y tomar la determinación de hacerlo. Nos daba tanta ilusión el pensar en nuevos horizontes, si otros se habían marchado, nosotros también lo haríamos.
Necesitábamos lana…de pronto te acordaste la historia de Don Pablo y las dichosas monedas.
Ya hacia 8 meses que Don Pablo descansaba en el panteón, el no las necesitaría mas y en definitiva si te había confiado el secreto de la historia de cómo las hayo era por que quería que aquel tesoro fuera para ti.
Así fue que me pediste que te ayudara a encontrar las monedas que estaban escondidas en algún lugar de la casa, la cual era apenas el jacal de Don Pablo y el tuyo.
Revisamos todo lo que allí estaba. Dimos vuelta la hamaca, la mesa, la silla, el único ropero sacando la ropa y todos los objetos que allí se encontraban, los trastes, el fogón. Terminamos tanteando las palmas del techo y dando vuelta las piedras del piso. En vistas de que no aparecía ni pista de la bolsita de cuero con las monedas decidimos seguir buscando afuera de la casa, el gallinero , la bomba de agua, las pocas herramientas guardadas . Aguzamos al máximo nuestra imaginación, observando la copa de los árboles así como la base de todos los que estaban alrededor de la casa, pero nada, nada aparecía.
Yo no quería ni decirlo, para que no te enojaras conmigo, pero pensaba para mí: ¿No habrá sido esta historia puro cuento de Don Pablo?
En la tarde del tercer día luego de haber estado revisando todo y sin mas lugares donde buscar, ya casi nos dábamos por vencidos .
Estábamos sentados afuera sobre un tronco callados y desilusionados , dibujando la tierra con una rama. El sonido de los insectos y pájaros que a esa hora se vuelve sumamente intenso y sonoro ceso repentinamente y de manera absoluta… fue algo mágico, la luz de la tarde se comenzó a colar por la frondosa foresta que circundaba nuestro entorno. Nos sentimos observados…Sin decir palabra nos miramos sorprendidos . Ambos tuvimos la misma percepción de lo inhabitual.
El sol nos daba en la cara encandilándonos levemente, pero así y todo lo vimos . A poca distancia nuestra frente a los árboles, estaba Don Pablo, translucido y sonriente vestido con su guayabera y pantalón blanco.
A mí me subió un calor frío a la cara, me asuste e inmediatamente me puse de pie.
Me tomaste inmediatamente de la mano. “No temas Teresa”- me dijiste- “el está acá para ayudarnos”.
Sin soltarme te dirigiste hacia el, que ya no estaba allí, se había adentrado entre los árboles. Caminamos un buen trecho abriendo camino entre las ramas . Veíamos la ropa blanca de Don Pablo que caminaba delante nuestro a buena distancia como que las ramas y los árboles no eran obstáculo para él. De a momentos lo perdíamos de vista, entonces parábamos, observábamos y lo veíamos parado en otra dirección mirándonos , esperándonos. Continuábamos en la dirección en la que él se encontraba. Parecía ir cada vez más rápido, el corazón ya casi se nos salía del cuerpo corriendo detrás de el.
Luego de un largo trecho de no verlo paramos buscándolo nuevamente. Esta vez estaba en un claro de la maleza rodeado de árboles de mangos y aguacates exageradamente cargados, como que nunca nadie hubiera sacado un solo fruto de aquellos árboles. Allí extendió ambas manos arriba, cruzándolas como a manera de señal. Y así de repente se desvaneció en la nada.
Inmediatamente el encanto reinante también terminó. El sonido habitual de la selva regreso mas ensordecedor que nunca.
Nos miramos y nos abrazamos largamente, emocionados, tratando de recuperarnos del asombro de lo vivido segundos atrás.
Caminamos lentamente hasta el lugar donde vimos al Tío Pablo por ultima vez, estando todo tapado por ramas y troncos que fuimos sacando poco a poco; dejando al descubriendo un angosto y antiguo pozo de agua al cual no veíamos el fondo porque estaba muy oscuro.
Las luces del día se estaban yendo casi por completo. Decidimos ir a la casa por cuerdas , ropa y lo que pensamos necesitaríamos . Arrimamos troncos resistentes y una antorcha de garra vieja mojada en aceite de petróleo. Iluminamos el interior y vimos agua negra en la profundidad del pozo.
Las paredes eran de piedra mohosa y probables alimañas vivirían pegadas a esa mugre , pero no quedaba otra posibilidad . Ese era el lugar señalado y no había duda de que lo que buscábamos estaba allí metido así como nuestro ansiado destino.
Hicimos una hamaca de soga y palo sujetas a una roldana oxidada amarrada a un grueso tronco en el tope de la pared de piedra. Fuiste bajando por el pozo que media poco más de metro en el diámetro, mientras yo te iba dando más soga a medida que descendías por el hueco inmundo , tu llevabas la antorcha en la mano. Tardaste como 10 minutos en llegar al fondo. Al llegar, pensaste que es lo que ibas a hacer. El agua era un espejo negro y las paredes reflejaban el rojo de la antorcha.
Yo te gritaba desde arriba ¿estás bien? , ¿que hay?. El eco devolvía mis preguntas ansiosas.
Si, ya llegue al agua, pero no se qué profundidad tiene, no veo nada, el agua esta muy oscura.
¿Que vas a hacer?
Pues que me meto para tantear que tanto hay dentro.
Cuidado Pedro, tu veras que haces…
Yo tan solo desde arriba veía la claridad de la antorcha brillando en las paredes húmedas del pozo y Pedro como sombra negra moviéndose en el centro.
Finalmente metió el palo que le alumbraba en un agujero de la piedra y salto al agua.
-el agua me llega a la cintura -gritaste.
Yo te veía que girabas en el angosto fondo. No tardaste en gritar de nuevo y decir, -encontré algo...es una piedra … no espera…creo es una caja-
Te di mas soga y metiste la hamaca dentro del agua, te sumergiste y saliste varias veces, hasta que gritaste: -ya está, jálale, es una caja esta sobre la madera-
Me fui al árbol de mango más cercano, era completamente de noche pero había una luna inmensa que se colaba por entre los árboles.
Di vuelta la soga alrededor del tronco y comencé a jalar con todas mis fuerzas, de a poquito… de a poquito, hasta que el cofre salió a la superficie. Ate la soga y corrí a sacar la caja, la oscile bajo la roldana hasta apoyarla en el borde de piedra y tirarla al suelo.
Tu aun con el agua hasta la cintura me gritabas, -apúrale, que esto es repugnante, no sé que hay aquí, pero me duelen las piernas -
-Espérate tantito- y allí afloje la soga y la hamaca fue de vuelta al fondo para que pudieras subir, repitiendo lo que había hecho anteriormente con el cofre.
Apenas saliste te sacaste la ropa con desesperación hasta quedar desnudo. Tenias pegada a la piel asquerosos gusanos chupasangre que entre los dos fuimos sacando a como fuera .
Gotas de sangre salían cada vez que arrancábamos uno y no parabas de gritar y chingar a la madre de las sanguijuelas.
Después de estar limpio de toda esa asquerosidad y ponerte la ropa seca. Volvimos a nuestro propósito…”el cofre”
Una pesada caja de metal que quien sabe de donde la habría sacado tu tío…
El oxido servía de cerradura, ya que la tapa estaba como solidificada con el resto.
Buscamos el machete del monte para poder abrirla. Era la madrugada cuando se partió en dos, descubriendo una vieja bolsa de cuero con ocho monedas de oro adentro. Así como había dicho Don Pablo
Pasamos un par de días pensando que haríamos con aquellas monedas. Para que nos sirvieran tendríamos que convertirlas en pesos mexicanos . Los doblones españoles podrían traernos problemas Alguien podría acusarnos de haberlas robado. Nadie creería la historia de que eran tuyas.
Decidiste que lo mejor seria viajar a Mérida con un primo que te podría orientar y decirte que hacer. El tenia una tiendita en el mercado del centro y seguramente contactos de quien pudiera estar interesado en algo así. No teníamos idea de que valor pudieran tener, Si sabíamos que eran requete viejas.Tenian todos los bordes desiguales, no eran redonditas como las monedas actuales. Con un escudo no muy nítido ni detallado en la cara.
Ya sabiendo a donde ir y sin decirle a nadie te fuiste en el primer camión de la mañana rumbo a Mérida .Durante el tiempo que estuviste afuera, trataba de no salir . No quería que nadie me preguntara por ti. No quería dar ningún tipo de explicaciones, Pueblo chico infierno grande.
Aunque mama sabia que algo nos tramábamos, ella tampoco preguntaba.
Pasaron varios días sin poder comunicarnos y sin saber de ti. La curiosidad y la ansiedad me estaban carcomiendo, hasta que una tarde retornaste en el mismo camión donde te fuiste.
Traías una gran sonrisa en tu siempre cara de niño. Apenas te bajaste del camión me abrasaste y me besaste largamente. Yo sabía que todo te había salido bien.
Rapidito nos fuimos por el sendero rumbo a tu casa. Donde me contaste que tu primo se había conectado con un coleccionista gabacho de monedas y que te las había vendido por un precio reque te bueno.
Parece que las monedas venían de una flota española llamada “la Nueva España” y el barco ,”Nuestra Señora del Juncal” , así como decía la bolsita de cuero, y que saliendo del puerto de Veracruz , nunca llego a su destino en España por que naufrago frente a las costas de Campeche hacia una chorrera de anos atrás. Supusieron con tu primo que aquellas monedas fueron rescatadas por algún sobreviviente del naufragio y Dios sabe como habrán ido a dar a la cueva del senote.
Con el tiempo me di cuenta que tu primo y el gavacho no fueron tan buena gente. Aquellas monedas debían de valer treinta veces mas del dinero que te dieron por ellas, pero en ese tiempo, lo que te dieron nos parecía una fortuna suficiente para emprender el viaje al Norte.
Con un llanto ahogado despedí a mi madre, quien sin decir mucho mas, me dio su bendición y esta medallita que llevo al cuello. No sabíamos cuanto tiempo pasaríamos sin vernos o si nos veríamos nuevamente. Aunque no quise pensar en eso en aquel momento.
Nos fuimos con prácticamente lo que teníamos puesto, no había mucho mas para llevar. Fueron tres días de viaje continuo, parando para comer algún taco o ir al baño. Champoton, Escárcega, Villa Hermosa, Veracruz, Puebla, Ciudad de México, León, Torreón, Chihuahua, Hermosillo, Mexicali, Tijuana.
Pasando por mil pueblos, caras, colores, olores. Nos dolía el cuerpo de tanto viaje, ya no sabíamos ni como sentarnos. En otros tiempos aquel viaje nos hubiera maravillado, nunca había viajado, pero esta vez era diferente, no podíamos disfrutar nada, debido a nuestro futuro incierto . El humor nos había cambiado al salir de nuestro pueblo y nos sentíamos temerosos y pensativos.
Nos volvimos adultos de golpe y la sonrisa se borro de nuestros labios. Teníamos el trasero plano y no fue mucho lo que pudimos dormir. Nerviosos por el viaje, la falta de sueño y lo que nos esperaba en nuestro destino final…Tijuana.
La terminal era un hormiguero de gente empujándonos por todos lados. Niños vendiendo chicles, olor a chicharrón, basura, papeles y botes de refresco regados por el piso, fue la panorámica de bienvenida que recibimos.
Desorientados, no sabíamos por donde ir. Necesitábamos salir de aquella tromba para poder pensar.
Deambulamos por los contornos de la terminal, con un papelito arrugado en la mano preguntando a la gente como llegar a aquella pinche dirección que te había pasado el cuate de un tío tuyo que hacia unos años vivía en San Diego. Era la dirección del coyote que había pasado a tu tío José en aquel tiempo y creíamos que aun estaba en el negocio. Si no era el necesitábamos que alguien nos recomendara a algún otro que nos cruzara.
Se hizo la noche y aun no habíamos dado con la colonia donde vivía el coyote . Las instrucciones que nos dieron eran muy ambiguas.
Era junio, casi empezaba el verano, desde una loma vimos que estábamos muy cerca del mar y decidimos encaminarnos a la orilla.
Aquella noche, sin saberlo nuestra última noche juntos lo pasamos en esa playa muy cerca de la frontera con California. No teníamos otro lugar a donde ir. La noche era increíblemente clara con una luna inmensa que parecía iluminar nuestras caras con extraordinaria claridad.
El mar susurraba ese canto de ir y venir y el tiempo parecía haberse detenido . Pasaste tu brazo sobre mi hombro y con la otra mano sacaste de tu bolsa una hoja de papel doblada . Me dijiste que era un verso que habías encontrado para mí. “Es de Pablo Neruda, un poeta chileno ” . Creo que en el fondo querías impresionarme. Yo no sabía quién era Pablo Neruda. El poema estaba escrito con tu letra .
Pensé que aquel verso estaba escrito para nosotros , no importaba el nombre del autor, el nunca lo sabría, ni se enojaría, ni nos diría que no lo podíamos usar. Aquella noche aquel poema fue nuestro, tan solo nuestro.
Comenzaste a leerlo y yo cerré mis ojos era como un susurro como una pluma que me tocaba el corazón.
Aquel poema lo he guardado todos estos años, bajo llave en la cajita con forma de corazón arriba del buró. Tu poema, un poema que escribió algún día un tal Neruda y que esa noche tomamos prestado.
El viento es un caballo:
Óyelo como corre
Por el mar, por el cielo
Quiere llevarme: escucha
Como recorre el mundo
Para llevarme lejos.
Escóndeme en tus brazos
por esta noche sola,
mientras la lluvia rompe
contra el mar y la tierra
su boca innumerable.
Escucha como el viento
Me llama galopando
Para llevarme lejos.
Con tu frente en mi frente,
Con tu boca en mi boca,
Atados nuestros cuerpos
Al amor que nos quema,
Deja que el viento pase
Sin que pueda llevarme.
Deja que el viento corra
Coronado de espuma,
Que me llame y me busque
Galopando en la sombra,
Mientras yo, sumergido
Bajo tus grandes ojos
Por esta noche sola
Descansare, amor mío.

A veces he deseado que el viento me lleve a tu lado cruzando las fronteras, el mar y las montanas.
A veces cierro los ojos y repito este verso, que me dejaste como herencia y me transporta a ti cuando te añoro .

El día nos llego con el sol encandilando nuestros ojos, la piel pegajosa y salada por el rocío del mar.
Caminamos, deambulando por las calles sucias y sórdidas. Teníamos hambre. Un champurrado con un pan fue el primer lujo que nos dimos aquella mañana. Teníamos que encontrar al coyote que nos llevaría al otro lado.
Finalmente dimos con la dirección que no estaba lejos de allí en el tope de una colina .
Era una casa pequeña con una barda de alambre alrededor . Con el ladrido de los perros salio una muchacha con un bebe en brazos seguida de tres chamaquitos. Cuando le explicamos a quien andábamos buscando nos dijo que el coyote que buscábamos era su padre y que había muerto hacia dos años en una balacera.
Le preguntamos si sabia de algún otro que nos pudiera recomendar para pasarnos al otro lado.
Pensando, nos soltó el nombre del tal “Rogelio Sánchez “ que vivía en una colonia al otro lado de Tijuana pero no sabia exactamente bien la calle ni el numero. Así preguntando y preguntando nos tomamos un camión, y caminamos por aquellas calles invadidas de perros flacos tomándose el agua de los pozos que dejan los carros en las calles de lodo.
Ya estábamos perdidos y desperanzados hasta que dimos con un chavo que trabajaba con el tal Rogelio dándonos un aventón en su carro.
La casa estaba en otra colonia. Las casas eran mas grandes y mas lindas, mucho mejor que cualquiera de las que habíamos visto antes.
El chavo nos hizo entrar y esperar en la puerta. Un minuto mas tarde salio a nuestro encuentro un tipo con cara de pocos amigos, eso sí, sombrero y botas de piel lustrosa. Tenía oro por todos lados, cadena de oro, pulsera y reloj de oro, diente de oro. Panzón , camisa ajustada con los primeros botones abiertos dejando ver su pecho y la gruesa cadena que llevaba al cuello. En el pantalón llevaba una enorme hebilla con un escudo y una gran inscripción que decía “México” con letras doradas.
Nos pregunto si teníamos la lana, $ 500 por cada uno. Le dijimos que no la teníamos ahorita pero la llevaríamos a la hora de encontrarnos nuevamente. Temíamos que si le pagábamos en ese momento no lo veríamos nunca más, ni a él ni al dinero. Desde el primer momento aquel Rogelio me dio una mala corazonada.
Allí merito nos dibujo un mapa en un anotador que traía con una breve explicación. Acordamos encontrarnos a las 11 de la noche con lana en mano.
Saliendo de allí me entro un miedo y una desazón inexplicable y trate de persuadirte de que no fuéramos a la cita. Algo estaba mal, muy mal, no sabia como explicarlo pero no me gustaba nada.
¿Ya vas a empezar otra vez con tus miedos y tus cosas Teresa? Todo va a estar bien, vas a ver - me dijiste-
Recorrimos el centro de Tijuana, farmacias, tiendas de recuerdos típicos, taquerías , puestos de chicharrones y antojitos mexicanos.
Caminamos ,caminamos y seguimos caminando como autónomas por el resto de la tarde y de la noche hasta dar con el lugar acordado.
El lugar era un paraje desierto, un camino de ripio blanco abierto a un sendero que se perdía en la noche.
Nos sentamos en el suelo a esperar, aun era temprano. Sacamos el dinero de adentro de los calcetines.
-Quinientos para ti y quinientos para mi tengámoslo cada uno por separado, ten- me dijiste metiéndolo en la bolsa.
Soplaba el viento y el polvo fino me entraba en los ojos. La noche comenzó a ponerse cada vez más fría.
Fue llegando mas y mas gente, casi no se veía pero se escuchaban las voces . A mí me latía el corazón fuerte y sentía miedo . Miedo a no saber, miedo al futuro, miedo a ese hombre de botas y sombrero , miedo a lo que vendría, miedo a la distancia, ¡ aunque ya estaba tan lejos! . Miedo a la pobreza, al hambre al frío y a todos los males de este mundo.
Me sentía mareada y desorientada. Tu me sostenías por la cintura, creo que percibías todo lo que yo estaba sintiendo aun sin decir palabra porque me conocías muy bien.
En un de repente llego una Van azul y Rogelio se bajo, abrió la puerta del costado y comenzó a llamarnos diciendo que tuviéramos la lana pronta en la mano. Nos pusimos en la línea.
Otro tipo mas joven y bastante siniestro , con una pistola en el cinto, iba contando el dinero y haciendo que la gente se metiera en el van. Adelante nuestro descarto a una joven y a una señora mayor por tener menos dinero de lo que pedía.
- El cargamento esta completo y hoy no hay rebaja de precios- decía cínicamente.
La señora lloraba e imploraba que le aceptara sus $ 200 que sus hijos pagarían el resto en Los Angeles.
-Regresé otro día con los $ 300 que le faltan vieja chillona, yo no hago caridad ya se lo dije-
Y sin más el muy cabron le dio un aventón a la pobre señora que quedo tirada sobre el camino.
Llego nuestro turno, éramos los últimos en la línea y fue más fuerte que yo. No pude con mi desasosiego.
-Perdón Pedro pero no puedo, no podemos irnos, algo esta mal-
-Teresa me estas vacilando, no puedes hacer esto vámonos. Ya estamos aquí… sube por favor-
-No, que no subo, ya te dije. Vámonos de aquí-
Y así entre que subo y no subo el tal Rogelio me agarro del brazo dándome un sacudón a un costado arrojándome muy cerca de donde aun la anciana seguía tirada llorando.
-Chinga tu madre, pinche pendeja chillona- me grito y a ti te dio un jalón para adentro del van agarrándote la lana que tenías en la mano, cerró la puerta corrediza , y el ayudante que ya estaba en el volante arranco inmediatamente sin más ni más con las luces totalmente apagadas, sin poder ver ni siquiera como se alejaban por el maldito camino.
Los tiempos que siguieron a nuestra abrupta despedida en Tijuana , prefiero no recordarlos, es mas de alguna manera creo haber hecho una pared en mi memoria para no poder verlos.
¡Todo fue tan devastador !
La anciana que como yo fue expulsada del van, fue mi momentánea tabla de salvación. Ella tenía un cuartito en una remota colonia de Rosarito y de muy buena gana dejo que me quedara con ella hasta saber que haría.
La cosa no fue tan simple…yo me sentía muy mal, casi no comía , estaba muy deprimida y débil. Comencé  con unos dolores terribles en mi vientre esto paso una noche, y al otro día amanecí en un charco de sangre . Doña Aurora con su comadre me llevaron a saber cómo hasta la salita del centro.
Yo no recuerdo nada. Lo que sé es que tenía un gran dolor y cuando desperté estaba internada. Un médico me dijo que había estado embarazada y que lo había perdido… ¿ Te das cuenta Pedro? Lo único que tenia de ti, de los dos, ya no existía . Pensándolo ahora me digo que menos mal no lo supe antes porque mi ilusión así como mi aflicción hubieran sido mayores.
Aunque siempre caben los reproches y las culpas. Me hubiera cuidado mas, hubiera comido, hubiera…hubiera… hubiera… Pero no hubo. Solamente quedo el vacío y el silencio inmenso como la tierra que nos separa.
No sé cuánto tiempo paso ni que fui haciendo. Sé que el dinero que repartimos y que quedó en mi bolsa a la hora de separarnos fue vital para poder subsistir y de a poquito fui regresando al Sur.
Sin rumbo fijo,  fui levantando recomendaciones de pequeños lugares donde fui trabajando. De la Paz, cruce el Mar de Cortez a Mazatlán trabajando en hoteles, hice de todo, comencé haciendo camas, limpieza y cocina hasta terminar con los años de recepcionista en un Hotel turístico de Acapulco. Mi salario no era mucho pero me daba para vivir y mandar dinero a mi madre. Nunca perdí contacto con ella porque en definitiva siempre tuve la esperanza de que algún día te aparecieras por el pueblo y volviéramos a reencontrarnos. ¡Tantas veces soñé nuestro reencuentro! Tantas veces fui de noche sola a la playa con luna a recordar una y otra vez el poema que me dejaste… era como escuchar tu voz susurrándo en mi oído.
Todos los meses llamaba a mama a la tiendita del pueblo a una hora convenida para saber de ella y tantear si había alguna noticia tuya. Nadie sabía de ti.
En el jacal de la selva otras personas vivían, nadie de tu familia había regresado. Yo sabía que eras de Guerrero pero no tenia manera de rastrearte. Nada sabía de tus padres, hermanos o primos.
Llego un verano y con el varios turistas y convenciones, de comercio, de maquinaria agropecuaria, de inmobiliarias y de dentistas.
Todos los hoteles se llenaron rápidamente; ya no quedaba habitación libre en todo Acapulco. Así fue que llego Javier Santiago al hotel buscando por una reservación telefónica que había hecho hacia 15 días atrás.
Un señor dentista muy serio, de cabello canoso, alto, guapo quien imponía respeto.
Yo lo estaba atendiendo y su reserva no aparecía en las planillas de recepción.
Javier se impacientaba mientras subía el tono de su voz. Ese carácter explosivo que nunca pudo dominar bien. Termino exigiéndome que llamara al encargado del Hotel para quejarse por el mal servicio.
Los teléfonos no paraban de sonar y los huéspedes se amontonaban delante del mostrador para pedir cosas. Con mi compañera Susana no dábamos abasto para atender tanta demanda.
Javier termino gritándome de una manera muy fea, y nuestro jefe saliendo de la oficina del fondo para ver qué pasaba.
A mí se me hizo un nudo en la garganta y las lagrimas me comenzaron a brotar de los ojos poniéndome a llorar como mensa. No quería perder mi chamba por culpa de un cliente impaciente y mal educado.
Al ver mi angustia su actitud cambio inmediatamente, se disculpo y por suerte una cancelación de último momento que atendió Susana por teléfono fue la solución para poder hospedarlo y tranquilizar a Javier.
Sin más subió a la habitación sin perder tiempo.
Más tarde caminando de regreso a casa a unas cuadras del Hotel pase por un restaurant con mesitas en la calle. No había terminado de pasar cuando sentí que me llamaban: -señorita, señorita, disculpe-
Me di vuelta y allí estaba Javier, de pie junto a una mesita haciéndome señas con la mano para que me acercara hasta donde él estaba.
-Buenas noches señorita, disculpe lo de esta tarde… es que tanto viaje desde el D F me ha fastidiado y usted sabe sin encontrar hospedaje y en una fecha como la de ahorita-
Está bien señor…
- Javier Santiago, para servirla- me contesto alargando su mano para que se la estrechara con una sonrisa amable y picara.
Tanto distaba ese hombre tan galante del que hacia unas horas atrás había estado gritándome y haciéndome rabiar.
Me invito a sentarme con él para “compensarme por el mal momento pasado” -me dijo-
Yo no quería pero con sus modos lisonjeros y elegantes me convenció.
Su charla era amena, y pausada. Sus manos largas y finas. Diferente a cualquier otra persona que hubiera conocido antes. Sinceramente me impresiono y me sentí segura con él. Era, ¿como explicarlo? como estar con el papa que nunca tuve. Sus gestos y desenvoltura me impresionaron.
Con el tiempo me di cuenta que su personalidad era una mezcla de dominio y manipulación que disfruta ejercer sobre las personas que somete bajo la influencia de sus aparentes encantos.

Termine de darme cuenta hace poquito , cuando me confesó que nunca hizo la reserva en el Hotel, que armo aquel escándalo como medio para salirse con la suya…¡ y vaya si lo logro!
Esa misma manipulación mezcla de lisonja y protección , me llevo después de unos meses a encontrarme viviendo en la capital en este edificio B2 del multifamiliar Juárez.
Me da tantita pena decir que soy “la querida” de Javier pero es la mera verdad porque él tiene su familia en otra colonia y a mí me tiene de amante. La historia de siempre. Que se está divorciando, que su esposa está muy enferma, que entre ellos ya hace años no hay nada, “sin poder dejarla ahorita por que el médico le ha dado poco tiempo de vida“.
Si hasta a mi misma me suena hueca y melodramática la historia así como de fotonovela… Pero me es muy cómodo estar con Javier. El me da la seguridad y tranquilidad que nunca tuve. Aunque a veces me siento sucia y traidora de mi misma en relación a lo que fui, con respecto a mis sentimientos. Otras veces me siento resignada pensando que el destino de distancia entre Pedro y yo es irrevocable y lo hubiera conocido o no a Javier, nunca volveré a saber de Pedro, pues la vida nos puso en diferentes caminos sin retornos ni vuelta atrás.

Mi vida con Javier es apacible, vivo aquí en este apartamento con todas las comodidades que cualquier mujer quisiera tener.
El paga por todo, la comida, la ropa, los muebles. A cambio el es una visita de tres veces por semana. Con el juego a ser la “señora” y cuando el llega tengo listo alguno de sus platillos favoritos, mole dulce, chiles poblanos, o flautas de pollo entre otras cosas. Todo lo que se de la cocina lo aprendí el tiempo que viví en Mazatlán trabajando en la cocina de un Hotel.
No se puede quejar siempre esta atendido como un rey. No hay reclamos ni preguntas y siempre estoy arreglada esperándolo. Es una especie de contrato verbal el que existe entre nosotros. El acuerdo entre un hombre casado y la querida a la que mantiene.
Siempre se va de madrugada o cuanto mas, muy temprano por la mañana. Juego a creer todas las mentiras que me cuenta, aunque a veces no cuenta demasiado mas allá de los dientes y muelas de sus pacientes.
Creo que en cierto punto estamos a mano. Yo también lo engaño y sigo sus juegos. Mis escenas pasionales de tres veces por semana son una magistral puesta en escena, una ficción que él cree o al menos quiere creer. Mas sin embargo mi cariño es sincero, me agrada su compañía y su charla amena. Dejando el sexo y la diferencia de edad a un lado lo considero un buen amigo.
Ese buen amigo a quien el terremoto lo habrá agarrado durmiendo junto a su esposa , hijo de la chingada . A ella la engaña conmigo y a mi me engaña haciéndome pensar que esta con ella tan solo por lastima y que algún día se divorciara por que no se aman . Seguramente su esposa no conocerá mi nombre.
Javier menos sabe de ti, mucho menos tu nombre. Pedro… nunca le hable de ti, aunque yo te nombro cada día y a cada momento.

Nunca quiso que lo vaya a ver al consultorio dental donde trabaja. De tanto en tanto acepta que lo espere en un café a la vuelta de la esquina.
Contadas son las veces que me saco a comer unos tacos o caminar por el Zócalo. Creo teme encontrarse con algún conocido, tal vez con un paciente prefiriendo evitarlo.

A mama no la llamo tan frecuentemente como antes, si le sigo mandando su dinerito mensualmente como siempre que he podido lo he hecho. Le he mentido tantito, le he dicho que ahora trabajo en el DF en otro Hotel. Me da pena decirle que estoy con un hombre casado.
¿Y tu Pedro, te habrás casado? ¿ tendrás una esposa y unos hijos?
¿Que podría yo reclamarte?, ¿quien soy yo para decirte nada?, solo me permito … añorarte…
¿Te acordaras de mi alguna vez ? Pedro mi vida… Ojala supieras que nunca deje de amarte. Me ha hecho tan bien hablar contigo. Me siento tan tranquila ahorita.
Ya estoy cansada, me cuesta pensar…me cuesta respirar …solo quiero dormir. Todo ha dejado de dolerme. Ya no siento el cuerpo.
Algo allí afuera hace ruido, alguien me llama, alguien sabe que estoy aquí… aquí … aquí…contesto ¡ ! que extraño! con una voz que no escucho ni reconozco mía.
Señora tranquila que ya sale…Ya le vemos la cabeza, el cabello a ver… respire…1 2 3 … vamos fuerza… paciencia… ya sale…
En un Hospital de la ciudad de Caracas, Venezuela, nace el 23 de Septiembre de 1985 a las 8:15 de la noche, una niña de 3 kg 300 gramos. Esta niña, olvidara al nacer que su nombre anterior fue Teresa y que amo intensamente a un muchacho llamado Pedro.
A esa misma hora en la ciudad de México una patrulla de rescate remueve de entre los escombros de lo que fuera el edificio B2 del multifamiliar Juárez, el cuerpo de Teresa Ramírez. Su deceso se produjo escasos minutos antes de que sacaran el concreto que la cubría.
Teresa estuvo cuatro días enterrada bajo toneladas de escombros. Muchos voluntarios y vecinos ayudaron a remover cuerpos, los más afortunados aun con vida fueron llevados a hospitales que no daban abasto a la magnitud del acontecimiento.
El cuerpo de Teresa fue llevado al Estadio de béisbol del Seguro Social. Nadie fue a reconocer su cuerpo. Nadie la reclamo. Nadie supo nunca que su nombre era Teresa y que hasta el último suspiro de su vida amo a Pedro de quien tampoco nadie supo nada a partir de su viaje al Norte.
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